Revista de Filosofía
Vol. 41, Nº109, 2024-3, (Jul-Sep) pp. 9-20
Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela
ISSN: 0798-1171 / e-ISSN: 2477-9598
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(CC BY-NC-SA 4.0)
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Analogía, phrónesis y eudemonía en Mauricio Beuchot
Analogy, Phronesis and Eudemony in Mauricio Beuchot
Juan Granados Valdéz
ORCID: https://orcid.org/0000-0003-4020-9055
Universidad Autónoma de Querétaro
Querétaro - México
juan.granados@uaq.mx
DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.13975215
Resumen
Para este escrito me he propuesto conectar los conceptos de analogía, phronesis y
eudemonía en y desde la obra de Mauricio Beuchot, fundador de la propuesta llamada
Hermenéutica analógica. La analogía, tal como se la entiende, en principio no refiere a lo
analógico, en contraposición a lo digital. La analogía, junto con la univocidad y la
equivocidad, es una manera de predicar que enseña que no todo tiene ni un solo significado
ni todo se dispersa en múltiples sentidos. La prudencia es la virtud por excelencia. Es la
puerta de las otras virtudes. Es, de acuerdo con Mauricio Beuchot, la analogía encarnada.
Consiste en la disposición a elegir los medios adecuados a los fines perseguidos. El fin por
excelencia del ser humano es la felicidad. Se distingue de la riqueza, el placer y el honor. Es
bien que corresponde al ser humano por el hecho de serlo. Así pues, vertebrar la analogía en
la vida, como prudencia, mueve a que, en lo individual y en lo social, se busque la felicidad
por la a de los mejores medios, esto es, aquellos que contribuyan a la plenitud de unos y
de otros.
Palabras clave: analogía, phronesis, eudemonía, proporción, prudencia, felicidad
_______________________________
Recibido 22-05-2024 Aceptado 15-07-2024
Abstract
For this writing I have proposed to connect the concepts of analogy, phronesis and eudemonia in
and from the work of Mauricio Beuchot, founder of the proposal called Analogical Hermeneutics.
Analogy, as it is understood, in principle does not refer to the analog, as opposed to the digital.
Analogy, along with univocality and equivocality, is a way of preaching that teaches that not
everything has a single meaning nor is everything dispersed in multiple senses. Prudence is the virtue
par excellence. It is the door to the other virtues. It is, according to Mauricio Beuchot, the incarnate
analogy. It consists of the willingness to choose the appropriate means for the purposes pursued. The
goal of the human being is happiness. It is distinguished by wealth, pleasure and honor. It is well
that it corresponds to the human being for the fact of being human. Thus, structuring the analogy in
life, as prudence, encourages, individually and socially, to seek happiness through the best means,
that is, those that contribute to the plenitude of oneself and others.
Keywords: Analogy, Phronesis, Eudemony, Proportion, Prudence, Happiness
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Introducción
Antes de entrar en materia, quiero hacer algunas aclaraciones. La hermenéutica
analógica es, en primer lugar y como es sabido, la propuesta filosófica de Mauricio Beuchot
y consiste, en líneas muy básicas, en hacer a la analogía vértebra de la hermenéutica, como
disciplina de interpretación de textos, para salir del impasse que han dejado las posturas
extremas moderna y posmoderna que, el mismo filósofo mexicano, caracteriza como de
tendencias univocista y equivocista.
En segundo lugar, sobre la filosofía. La filosofía se define, en el Manual de Filosofía,
como el "saber racional, […] de todas las cosas […] que procede […] por sus últimas causas,
[que son] a la vez las más íntimas y las más universales" (Beuchot, 2011, 19). La relación de
la filosofía, en general, con la hermenéutica analógica se encuentra expuesta en varias libros
y artículos de y sobre Mauricio Beuchot, de las cuales, mencionaré, tan sólo para ilustrar,
algunas: Tratado de hermenéutica analógica (2009), Elementos de filosofía (2017), “La
hermenéutica analógica en el capo de la filosofía” (2019), Elementos de hermenéutica
analógica (2021), Rasgos de filosofía y hermenéutica (2021), La hermenéutica analógica
en la filosofía actual (2022), entre otras. La filosofía, como una de las humanidades, se
compone, tradicionalmente, de áreas sistemáticas, aplicadas e históricas. Las sistemáticas
son la metafísica u ontología, la epistemología o gnoseología, la antropología filosófica, la
ética y la estética. Las aplicadas son, por ejemplo, las filosofías de la política, la educación,
el derecho y la religión. Las históricas se componen de los estudios de las propuestas
filosóficas en sus contextos temporales y espaciales. Para este trabajo me quedaré con las
áreas sistemática y aplicada, especialmente con aquellas con las que más estrechamente
guardan relación con la prudencia y la felicidad, como la ética, la filosofía del derecho, la
filosofía política y la filosofía de la historia.
Por último, me parece, se hace necesario aclarar que, por lo menos en los contextos
artístico e informático, lo análogo o analógico se entiende como lo opuesto a lo digital. Se
califican de análogos o analógicos los dispositivos no digitales, esto es, o los que
manipulables físicamente permiten intervenir y producir o los que procesan o transmiten
información en forma de magnitudes físicas de variación continua. De esto segundo que se
distingan las televisiones analógica y digital. Ahora bien, no es este el sentido básico que,
desde la hermenéutica analógica, retomo para la analogía, lo analógico y lo análogo.
Así pues, para esta comunicación me propongo enlazar, a modo de esbozo, la
analogía o proporción con la phronesis o prudencia y la eudaimonía o felicidad en el marco
de la filosofía y algunas de sus áreas desde la hermenéutica analógica, ya que, me parece,
para la vida humana, la analogía, la prudencia y la felicidad pueden fungir de principio o
punto de partida, medio práctico y fin o sentido, respectivamente. Para mi cometido, en lo
que sigue, primeramente, esbozaré los principios de un realismo analógico, base ineludible
de la propuesta, después precisaré el significado de analogía o proporción para, después,
conectar la analogía con la phronesis o prudencia. Vincularé, en más adelante, la analogía y
la prudencia con la eudaimonía o felicidad, para cerrar con un balance dialógico del
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recorrido a partir de la interpelación de mi amigo y colega Enrique Jesús Rodríguez
Bárcenas.
1. Realismo analógico: metafísica, epistemología y antropología filosófica
El realismo analógico (destáquese el libro Crítica o teoría del conocimiento: el
realismo analógico de 2020 de Mauricio Beuchot, además de los trabajos conjuntos entre
éste y José Luis Jeréz) es la consecuencia lógica de la asunción de la hermenéutica analógica
como filosofía, ya que con ésta, no sólo se descubre para su descripción, sino que se
fundamenta su desarrollo. En lo que sigue, a modo de planteamiento sucinto, expondré los
descubrimientos más básicos y, por ende, las bases del realismo analógico que soporta esta
exposición del enlace entre la analogía, la prudencia y la felicidad.
Más allá del lenguaje, los signos y la significación, la analogía se descubre en la
realidad, en lo que es o existe. La disciplina que se ocupa del ser en general es, según se dice
en el Manual de Filosofía, la metafísica (que abarca la filosofía de la naturaleza, la ontología,
la ousiología, la etiología y la teología natural) (Beuchot, 2011, 67). Los libros de metafísica
de Mauricio Beuchot más destacados, sin restarle valor a los más recientes, son
Conocimiento, causalidad y metafísica de 1987 y Metafísica y persona de 1991. En ellos
resuenan las implicaciones epistemológicas y antropológicas del pensamiento del filósofo
mexicano. El ser se dice de muchas maneras, porque se da (y se nos da a la experiencia), sí,
de muchas maneras, pero según algo primero y principal o con relación a uno que es
principal (primum analogatum o pros hen o ad unum). Ser se refiere, entonces, tanto a la
sustancia como a los accidentes (cantidad, cualidad, acción, pasión, relación, tiempo, lugar,
situación y hábito), pero en un orden de prioridad o jerárquico, pues la sustancia es más ser
que los accidentes. Es decir, lo que es idéntico y diferente a la vez según un primero y
principal, como lo análogo, es lo que permite la existencia de algo más, la vida y el
pensamiento y lo hace, precisamente, porque predomina la diferencia. Aquello en lo que se
difiere, crea un ámbito e identifica. Lo equívoco o indiferenciado impida la existencia de
cualquier otra cosa porque falta algo que sea constitutivo. Nada se mantendría en la
existencia. De modo parecido sucedería con la sola diferenciación o diferencia pura, lo
unívoco, ya que impediría la de existencia de cualquier otra cosa por exceso de esencia. Todo
sería lo mismo (Beuchot, 2011, 31).
De entre la intencionalidad del ser humano, la ontológica, por la que se aferra a su
existencia y trata de llevarla a plenitud, la volitiva, por la que se adhiere a lo que desea, la
cognoscitiva es muy importante, ya que es por la cual se hace de alguna manera lo que conoce
y hace ciencia (Beuchot, 2011, 89). La epistemología, de acuerdo con la definición que se da
en el Manual de Filosofía, "sirve para asegurarnos de que es posible el conocimiento, pero
también para observar su alcance y sus límites" (Beuchot, 2011, 64). Me parece que destaca,
sobre estos temas, el libro de Mauricio Beuchot titulado Sobre el realismo y la verdad en el
camino de la analogicidad de 1998. Todos deseamos saber. Pero lo que sabemos no siempre
es definitivo. A pesar de ello, tampoco negamos que sepamos algo. Es decir, las tendencias
univocista y equivocista del conocimiento, a la larga, imposibilitan el conocimiento mismo.
O se afirma que sólo hay una forma de conocer, la empírica, por ejemplo, o se sostiene que
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no hay manera de conocer nada, como sostiene el escepticismo más radical, si se sigue una
u otra postura. La analogía, como tendencia y hasta procedimiento cognoscitivo, permite,
por la a de la semejanza y la proporción, ir de lo conocido a lo desconocido (Beuchot, 2011,
76), de lo particular a lo universal, de lo sensible a lo inteligible, de lo material a lo inmaterial,
de lo empírico a lo trascendental y de lo trascendental a lo trascendente (Beuchot, 2011, 31),
ir, pues, más allá del conocimiento empírico, pero sin perder lo que con él se gana. Así,
aunque de forma parcial, conocemos suficientemente, como en un claroscuro.
Los seres humanos son, ontológica, física y psicológicamente, análogos. La
antropología filosófica es el "estudio filosófico [general] de [la esencia] del ser humano”
(Beuchot, 2011, 84-85). Entre otros, y ya son varios con tema antropológico, quisiera
destacar el libro de Mauricio Beuchot Antropología filosófica. Hacia un personalismo
analógico-icónico de 2004. De entre las analogías que se descubren, cabe destacar una del
cuerpo y otra de los sentimientos. Los cuerpos son semejantes, esto es, en parte son
idénticos, lo que posibilita la ciencia médica, y en parte predominante son diferentes, lo que
da lugar a la personalidad. La analogía de los sentimientos, entre ellos y entre los
sentimientos de los unos con los demás, abre la posibilidad a varones y mujeres de entrar en
contacto entre sí. Por los sentimientos hacemos causa común, pero no de manera unívoca ni
tampoco equívoca (Beuchot, 2011, 74-75). La empatía, que es una especie de simpatía o
coincidencia amorosa que une a los seres humanos de forma emocional, es análoga. El amor,
con su lenguaje simbólico, es lo que hace que no nos utilicemos (Beuchot, 2011, 89-90).
2. Analogía o proporción
La palabra griega analogía significa semejanza y proporción (Beuchot, 2011, 141). Al
español, desde el latín, se traduce justo por proporción. La analogía, con la univocidad y la
equivocidad, es una de las formas de significar usadas en la historia de la filosofía del
lenguaje y la lógica (Beuchot, 2011, 32). Se entiende filosofía del lenguaje como "semiótica,
la cual es el estudio del signo en general […] y la conectamos con la hermenéutica, que es la
interpretación de textos […] uno de los signos, el principal, es el lingüístico" (Beuchot, 2011,
21). La lógica "es la disciplina [arte y ciencia] del pensamiento, la reflexión por la cual
volvemos sobre nuestros actos mentales y vemos cómo se ordenan para hacernos conocer
con propiedad, de una manera organizada, coherente y verdadera" (Beuchot, 2011, 38).
La analogía es, pues, un modo de significar o de predicar de los términos que se
encuentra o está entre la univocidad y la equivocidad (Beuchot, 2011, 30). Un término
unívoco significa su significado de forma idéntica, clara y distinta. Hombre, por ejemplo,
significa a todos los hombres igualmente. Un término equívoco significa su significado de
forma diferente, oscura y confusa. Gato, por ejemplo, significa distintamente a la mascota,
al instrumento, al juego y al sirviente. Un término analógico significa su significado de
manera en parte idéntica y en parte diferente, con predominio de la diferencia. La analogía
tiene cierta ambigüedad, pero, también, una claridad suficiente y ordenada. Sano significa,
por ejemplo, en parte idéntica y en parte diferente, según califique a un organismo vivo o la
medicina. En esto último significa la causa de la salud (Beuchot, 2011, 75). La analogía es,
entonces, un modo de predicación o significación que escapa a las tendencias de lo unívoco
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y lo equívoco (Beuchot, 2011, 49). Hay analogía de proporción, que equipara, y de atribución,
que jerarquiza.
La analogía es provechosa, ya que media, integra, hace coincidir los opuestos, pero
en una síntesis coherente, en la parte en la que dichos opuestos se tocan sin confundirse
(Beuchot, 2011, 18-19). La analogía revitaliza a las áreas de la filosofía y puede orientar en la
vida. En lo que sigue, intentaré mostrar la presencia de la analogía, las razones para admitir
la lección lógica de ella y las consecuencias que para algunas áreas de la filosofía tiene. La
metafísica, la epistemología, la antropología filosófica, la ética, la filosofía del derecho, la
filosofía de la educación, la filosofía de la historia y la estética son de gran importancia para,
de entrada, comprender la vida humana. Se trata, puede decirse, de la base teórica
ineludible. Seguiré, sin detenerme en todas las áreas dichas, a aquellas en las que la analogía,
la phronesis y la eudemonía son más caras.
La ética (filosófica), de acuerdo con lo que se dice en el Manual de Filosofía, "versa
sobre las costumbres […], pero, además, trata de decir cuáles son buenas y cuáles son malas"
(Beuchot, 2011, 100). Para complementar se pueden ver los libros Breve historia de la ética
de 2010 y Ética de 2004. Moral, de raíz latina, significa costumbre. La moral, por costumbre,
obliga. Por eso, para la obligatoriedad moral, se puede hablar de leyes morales por analogía
con las jurídicas. Ahora bien, estas leyes morales se nos dan a través de la conciencia. A, la
primera ley moral es la conciencia y luego la ley misma. Ni todo queda a la libre
interpretación de la conciencia, por la cual pasa la ley, ni todo recae en el ejercicio de la ley
sin valoración consciente. Como pasa con la ley jurídica, la interpretación de la ley moral, ni
es equivocista ni es univocista. La ley, para ejercerse, primero ha de comprenderse (Beuchot,
2011, 105) o se aplica, siempre que se haya comprendido. Es decir, en la ética, la analogía
enlaza la descripción, lo unívoco, con lo valorativo, lo equívoco, dándole el equilibrio
proporcional requerido (Beuchot, 2011, 120). La interpretación de la ley requiere, pues, de
la analogía.
Y ya que se ha mencionado el derecho, podemos aceptar que, en su concreción escrita,
a saber, la ley, se interpreta. La filosofía del derecho estudia, según el Manual de Filosofía,
la "relación [del derecho] con la moral […] la interpretación jurídica […] la jurisprudencia
[…] [y la aplicación de] la ley, sin lastimar a las personas" (Beuchot, 2011, 129). Al respecto
ya son muchos los libros y artículos, como para enlistarlos todos, que ha dedicado Mauricio
Beuchot al estudio y la fundamentación de los derechos humanos, además de alguno que
pone las bases filosóficas del derecho y propone una filosofía del derecho. Estos últimos
editados por la UASLP. Ahora bien, generalmente la interpretación de la ley (escrita) es
analógica (analogía legis) y se basa en el razonamiento por analogía. Dicho razonamiento
es el instrumento propio de la jurisprudencia. Se lo reconoce implícita o explícitamente en
todos los ordenamientos y si no se admite, se debe a su prohibición, como ha pasado en la
legislación penal. Por medio de la semejanza de casos, de la analogía entre ellos, es posible
resolver los desconocidos a partir de los conocidos (Beuchot, 2011, 124-125).
Paso ahora a la historia. La filosofía de la historia es, en el Manual de Filosofía, el
estudio del pasado para comprender el presente y proyectar el futuro […] […] es válido
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buscar, desde el pasado y el presente, el sentido del futuro, el sentido que va teniendo y el
que podemos dar" (Beuchot, 2011, pág. 145, 157-158). Tómese en cuenta el libro
Hermenéutica analógica y filosofía de la historia de 2011. La analogía puede ser, también,
una guía para ésta. Puede ser una clave orientadora para no perderse o extraviarse en la
terquedad de repetir unívocamente el pasado, por grandioso que haya sido, ni en la
obcecación de no tomar en cuenta el pasado, como hace el relativismo (equivocista) para el
que lo pretérito no corresponde al presente ni puede ayudar a enjuiciar o entender la
actualidad. La historia, si observamos analógicamente, no esta tan igual, pero, tampoco, tan
diferente. Hay semejanzas que pueden aplicarse. Las semejanzas descubren ejemplos o
paradigmas, iconos históricos, en lo bueno y lo malo. Piénsese en los personajes históricos.
Sus acciones, buenas o malas, se vuelven icónicas y, por ende, ejemplares, para promoverlas
o evitarlas. En esto conecta la historia, su aprendizaje y enseñanza, con la moral (Beuchot,
2011, 151-153).
En la vida diaria decir y mostrar son clave. El decir pretende univocidad. El mostrar
tiende a ser equívoco. La analogía, como modo de significar, concepto, medio,
procedimiento, observación y actitud, es un intento de decir el mostrar y de mostrar el decir
de manera aproximativa, hasta metafórica, conscientes, a veces, de los inevitables balbuceos
(Beuchot, 2011, 167). La analogía, como semejanza y proporción, se vuelve, así, principio o
punto de partida, que voy a denominar teórico. Lo que viene, puesto este principio o base,
es la práctica, la acción en y de la vida.
3. Phronesis o prudencia
La analogía como actitud o pretensión se distingue de la unívoca y la equívoca en que
admite la identidad y las diferencias sin sucumbir a ningún extremo. Y como actitud,
entendida como disposición para la acción, conecta con la prudencia, que no es sino esa
virtud o ese hábito bueno o excelencia por la cual se eligen los mejores medios para la
consecución de un fin. Las virtudes son valores encarnados. La analogía se hace carne en la
prudencia, en la acción prudente, en el prudente. Lo anterior es posible porque el ser
humano es un análogo del universo, un ícono del mundo, un phronimos, un microcosmos
(Beuchot, 2011, 83).
La prudencia (phronesis, en griego, o prudentia, en latín) se ha de dar desde el mismo
uso del lenguaje. Por eso, desde la antigüedad, la retórica y la prudencia se enlazaban. La
retórica era una escuela de ética y política y puede seguirlo siendo, un tanto depurada de los
malos usos y las ya desgastadas, pero aún denigrantes, concepciones que se tienen de ella. Y
para hacerlo la retórica ha de servirse de la prudencia, basarse en ella, para persuadir o
convencer. En ética como en política se persuade para deliberar. Alo vemos en la sociedad,
en la cual sus miembros, al tomar parte en su gobierno, han de decidir lo que sea mejor
(Beuchot, 2011, 45). Para ello han de tomar la palabra, discutir y argumentar para
persuadirse y deliberar, pero con prudencia.
Las virtudes morales son términos medios, no fijos ni estáticos, sino dinámicos y
proporcionales, entre dos extremos, uno por exceso y otro por defecto. La prudencia es una
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virtud, primeramente, intelectual o teórica, pero concernida (o en correspondencia) con la
práctica (como praxis), porque enseña a encontrar el término medio. A ella se suman la
templanza, la fortaleza y la justicia, que conforman las llamadas virtudes cardinales. La
prudencia es analógica o aplica la analogía, ya que el prudente busca el equilibrio o
proporción. Essqueda del medio, y de los mejores medios, para alcanzar o conseguir un
fin. Con medio se entiende instrumento o acción proporcionados a un fin, pues son lo que lo
proporciona. Y como la prudencia busca el medio, y en el medio está la virtud, la prudencia
es la llave (clave) de las otras virtudes. Sin ella no se dan las otras, que se despliegan con
armonía y orden (Beuchot, 2011, 108). La prudencia es la deliberación, la ponderación, la
capacidad de sopesar los pros y los contras de las acciones para hacer de estas medios
adecuados a los fines. La prudencia es, como virtud, el sentido de la medida, de la proporción
y aporta el medio justo (Beuchot, 2011, 109). Ahora, bien, si la prudencia es la llave, la
templanza es la puerta, la fortaleza, la columna y la justicia, el remate. Esta es el fin. Las
virtudes se ordenan a ella. Es la virtud más perfecta. Es la que hace brillar a una sociedad.
Como sabemos, y queremos, la finalidad del derecho es la justicia. Dado que un
Estado ha de salvaguardar la justicia social, ha de dar leyes justas. Ahora bien, la justicia es
analógica, tiene (o ha de tener) un fuerte carácter analógico. Ya desde antiguo se
distinguieron las tres clases de la justicia, a saber, la conmutativa, la distributiva y la legal.
La conmutativa, como igualdad proporcional en los contratos, se basaba en la analogía de
proporción aritmética. La distributiva, como igualdad en el reparto de los bienes y
obligaciones, tenía como esquema la analogía geométrica, pues ha de tener en cuenta no solo
las necesidades, sino también los méritos y las jerarquías. La legal, como obediencia a las
leyes y aplicación de estas en los juzgados, se basaba en la analogía de proporcionalidad,
pero como equidad, que igualmente es (o debe ser) analógica. Y para corresponder
cabalmente a la justicia y sus clases ha de intervenir la prudencia (Beuchot, 2011, 118), ya
que con ella se buscaría el término medio, la mediación y los medios adecuados a la justicia,
según la clase, de la que se trate. De hecho, en la jurisprudencia recurre a la analogía cuando
hay ambigüedades o lagunas. Más aún, como su mismo nombre indica, la jurisprudencia ha
de ser prudente, esto es, poner en práctica la analogía. Sin la analogía, la prudencia y la
equidad la ley o se aplicaría siempre igual, unívocamente, o siempre diferente,
equívocamente. En ambos casos se cometería injusticia (Beuchot, 2011, 127).
Filosofía social y política, en el Manual de Filosofía, "es el estudio [entre la
descripción y la crítica] de las formas de sociedad a la luz de la ética, buscando el modo en
que realizan la justicia y logran el bien común" (Beuchot, 2011, pág. 131). De 2006 se puede
consultar el libro llamado Filosofía política del mismo filósofo mexicano. Con el bien común,
que consiste en lograr una vida virtuosa para todos los ciudadanos, se haría justicia a la
sociedad. Un verdadero político está llamado a promover o propiciar las condiciones para
esa vida virtuosa. Esas condiciones abarcan lo material (como los bienes para la subsistencia,
esto es, los bienes de defensa, habitación, alimentación y salud) como lo espiritual (como la
educación y el ocio recreativo) (Beuchot, 2011, 137). Para que así sea se necesita de la
prudencia. Así, de ser una virtud intelectual y moral o ética, se vuelve una virtud política, ya
que es la que da la sensibilidad para el término medio de las deliberaciones, las decisiones y
las acciones; es la que da con la medida de la convivencia. En consecuencia, pueden
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distinguirse una prudencia personal, una doméstica y una política. Esta se distingue,
además, entre la del gobernante y la del gobernado. Un gobernante prudente sería el que no
impone demasiadas cargas a los gobernados y manda con moderación. Un gobernado
prudente es el que colabora en la construcción del bien común y no es insolente con el
gobernante (Beuchot, 2011, 138). Ambos, pues, colaboran por la suma justicia o bien común
social que contribuye o, quizás, aún no lo sé, coincide, con la eudemonía o felicidad.
4. Eudemonía o felicidad
Para tratar la eudemonía o la felicidad, que entenderé como realización, plenitud,
vida buena y calidad de vida, lo haré, especialmente, desde la ética y las filosofías del
derecho, la política y la historia.
Desde la antigüedad a la fecha cabe hacer una clasificación de éticas. La ética
eudemonista plantea la eudemonía (o buen ánimo) o la felicidad como fin de la conducta. La
teleológica propone algún fin de la acción moral, como la felicidad. La deontológica no se
propone ningún fin, sino que promueve la acción por obligación de hacer el bien. La formal
hace depender la acción de la obligación y no tiene ningún contenido material o valor. La
material es la que tiene dicho contenido. La de la justicia es la que trata de asegurar los
mínimos de igualdad y libertad en la sociedad. La de bienes trata de ir más allá de la justicia
y conseguir la calidad de vida o vida buena (Beuchot, 2011, 106). Como se ve, hay
coincidencias entre algunas y, claramente, diferencias entre otras. Para mi propósito,
enlazar analogía, phronesis y eudemonía, intentaré, siguiendo a Mauricio Beuchot, dar
cuenta de cómo todas esas clases de éticas pueden integrarse en una ética que aproveche lo
bueno de cada una de ellas.
De entrada, una ética de la justica no atiende a la felicidad. Pero es ésta la que hace
atractiva a una ética. Por eso, además de apuntar, destacar y detenerse en la justicia, también
la ética ha de ser una de la felicidad o del bien. En una ética así se combinarían los mínimos
de justicia y los máximos de calidad de vida. Es cierto que los primeros son fáciles de aceptar
y los segundos, no tanto, pero, y es aquí donde aparecen la analogía y la prudencia, lo que
una ética de la justicia y el bien requiere de nosotros serían tolerancia y solidaridad para
consensuar esos máximos. Esta ética ha de ser también una de principios y de fines y no solo
de principios o de fines, ya que no hay contraposición. No la hay, porque toda ética, además
de requerir de principios que se plasmen en normas (morales), no deja de proponer fines,
entre los cuales está lograr la felicidad humana. Las éticas deontológicas y teleológicas
tampoco se oponen tan radicalmente. Si bien se pueden distinguir las obligaciones de los
fines, no es difícil notar que el ser humano actúa por fines, por finalidades, que adquieren
estado de obligaciones. Y el más alto fin es el bien, la felicidad (Beuchot, 2011, 104). La ética
eudemonista, vista comúnmente como teleológica, es también, pues, deontológica. En ésta
bien y fin coinciden y son intercambiables, porque lo que es bueno es fin o finalidad. Y como
la finalidad es la vida buena o virtuosa, ir hacia ella o alcanzarla, se vuelve obligatorio, de
modo que las acciones que nos llevan a eso son buenas y las que nos apartan del bien o la
vida buena, son malas (Beuchot, 2011, 107).
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Lo anterior impactaría en el derecho. Una de las justificaciones del derecho es la de
su origen, esto es, que surja en un Estado de derecho, el cual debe atender los fines, las
necesidades y los deseos (legítimos) del ser humano. No es suficiente que el Estado asegure
la justicia. Falta la buena vida o la calidad de vida. Esta da sentido a los mínimos de justicia.
Y esto ha de reflejarse en el derecho. Ase apunta a la correspondencia entre el derecho
positivo y el natural, que parte de los fines naturales del ser humano (Beuchot, 2011, 118).
En la actualidad, dice Mauricio Beuchot, “estamos en un tiempo demasiado vacío de
sentido. Hay una gran bonanza económica con la globalización, pero deja de lado a muchos
y, aun a los que incluye, incorpora e integra, no parece darles suficiente sentido. Es una
sociedad consumista, hedonista y ególatra; esos parecen ser los valores actuales. Pero tal
parece que no dan felicidad” (Beuchot, 2011, 139). Ante ello, lo nimo con lo que debe
contarse, esto es, lo menos que se puede pedir social o políticamente, es, y es cierto, un
Estado justo, que se asiente en los derechos humanos, garantice y realice la justicia dando a
los ciudadanos igualdad ante la ley, de oportunidades y de atribuciones. Pero no basta. Ha
de garantizarse la libertad de elegir los ideales de vida buena o realización o plenitud o
felicidad. Y esto ya rebasa lo mínimo. Los máximos son cosas que van más allá de la justicia
y pertenecen al bien, además de ser de difícil consenso. Pero deben integrarse, ya que son
los máximos de vida buena los que dan sentidos a los mínimos de justica, son lo que los hace
apetecibles, son por lo cual se intentan cumplir los mínimos (Beuchot, 2011, 134-135). Y a la
inversa cabe decir que si la justicia, entre los individuos y los grupos, es el culmen de la vida
social, es porque ella posibilita la felicidad. Sin el mínimo de justicia no puede, tampoco,
haber buena vida (Beuchot, 2011, 138). Los nimos de justicia son los como la referencia
de la sociedad y los máximos de felicidad son como el sentido que puede tener (Beuchot,
2011, 140).
Ampliando el horizonte a la historia la perspectiva del bien y el mal morales, como
eso que produjo felicidad o infelicidad al ser humano, es irrecusable. Es común evaluar los
hechos históricos. De entre los males los hay naturales y humanos. De estos se puede
aprender, hayan sido faltas o errores, esto es voluntarios o no. Se puede aprender, pues, de
los errores, para no repetirlos, y de las faltas, para evitarlas (Beuchot, 2011, 152-154). La
memoria que reconstruya el pasado ha de encauzar el presente y el futuro, proyectar desde
paradigmas o ejemplos hacia la felicidad. La historia alecciona sobre la condición humana,
por medio de iconos o modelos, sobre todo de aquellos que más nos acercan a la virtud y la
felicidad (Beuchot, 2011, 154).
La felicidad, como cabe esperar de lo dicho, sería, también, analógica, en la medida
en la que quienes aspiran a ella son análogos, semejantes, en parte idénticos y en parte
diferentes. Análogamente esto se extiende a los grupos y las sociedades.
5. Implicaciones educativas y estéticas de la analogía y la prudencia
La filosofía de la educación es, en el Manual de Filosofía, la "reflexión sobre las
condiciones de posibilidad de la educación, a partir de sus meditaciones sobre el ser humano
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(antropología filosófica y filosofía de la cultura)" (Beuchot, 2011, 160). El tratamiento de la
educación desde la hermenéutica analógica cuenta ya y también con muchos libros y
artículos, por no mencionar las conferencias y ponencias que ha dictado Mauricio Beuchot.
La educación consiste en la transmisión y la recepción de la cultura, a veces híbrida y
compleja. La analogía en la educación permitiría recoger de manera equitativa o
proporcional las diferencias culturas en el margen de la semejanza, esto es, de lo que de
parecido se tiene. Así sería ya que como en la analogía predomina la diferencia sobre la
identidad, un pluralismo cultural educativo respetaría las diferencias, fomentándolas, pero
sin perder lo común y lo universalizable (Beuchot, 2011, 33-34).
Estética, tal como se expone en el Manual de Filosofía, "tiene que ver con [la
sensibilidad,] la belleza [natural y artificial] y el arte [división, ordenación y condiciones de
creación y recepción] (Beuchot, 2011, pág. 173). La obra estética más relevante de Mauricio
Beuchot es Belleza y analogía de 2012.La belleza es, en el fondo, analogía, proporción
(Beuchot, 2011, 175). Como la analogía es mediadora, va por el en medio del camino y sirve
para orientarnos en lo fragmentario, vivo, dinámico y contingente, es que ayuda al juicio
estético o del gusto (Beuchot, 2011, 178). El símbolo, más aún, se conoce por analogía
(Beuchot, 2011, 185), ya que por ella las cosas, especialmente las artes y sus obras, cobran
vida simbólica que las hace bellas para nosotros (Beuchot, 2011, 186).
La educación y el arte se verían, igualmente, beneficiadas por la analogía y la
prudencia. La felicidad, en educación, conecta con lo dicho respecto a la ética, la política y el
derecho. Y en tanto que el artista es un ser humano, su obra ha de corresponder al arte, a sí
mismo y la sociedad proporcionalmente.
6. Balance crítico
Mi amigo y colega Enrique Jesús Rodríguez Bárcenas, me parece, ha sido muy
atinado, en el diálogo con él, al señalar que
La analogía es una vía para superar el relativismo reinante. Partir del principio
de analogía implica que el ser, los seres, yo y los otros estamos y somos en
relación. Además, que el ser o los seres se nos den de manera analógica, a la vez
idénticos y a la vez diferentes, tiene implicaciones ontológicas y políticas. Somos
a la vez iguales y a la vez diferentes. ¿En qué somos iguales? ¿En qué somos
diferentes? Responder estas preguntas son, según su propio ámbito, objeto de la
política, el derecho, la moral, la educación y se basan en los asertos de la
antropología filosófica. Que las cosas y las situaciones sean a la vez igual y a la vez
diferentes implica que yo mismo, cada uno, es el mismo y a veces otro. Soy uno y
otro respecto a mismo, y uno y otro respecto a los demás. Ser prudente es
actuar adecuadamente según la circunstancia, es decir, implica disponerse
proporcionalmente según la situación. No es una relación establecida a priori o
de antemano. Proporcionarse es darse como las cosas se nos dan.
Así pues, y en síntesis para el asunto de este escrito, la analogía es, primeramente, un
modo de significar, entre la univocidad y la equivocidad, en parte idéntico y en parte
diferente, con predominio de las diferencias. Vertebrar la analogía en, y por lo menos, las
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áreas de la filosofía, permite escapar de los extremos univocista y equivocista, dogmático y
relativista. La analogía se encarna en la prudencia o esta es una virtud muy analógica, ya que
consiste en mediar, dar con los medios adecuados, buenos, para un fin. El fin más elevado
es el bien. El sumo bien para el ser humano es la felicidad. La felicidad es la plenitud de vida.
Así pues, la analogía se vuelve principio, la prudencia, medio y la felicidad, fin de la vida
humana.
El mismo Enrique Jesús Rodríguez Bárcenas me ha propuesto, también, lo siguiente,
a modo de crítica dialógica:
El planteamiento hecho pone en jaque la idea de felicidad que tiene cada uno en
relación con la de los demás, cuestionando no solo la justicia o el derecho vigente
en nuestra sociedad. Si existe por lo menos una persona que no tenga la
posibilidad ni los medios para alcanzar una vida plena, buena o con calidad de
vida, la felicidad es un privilegio. Luego, no hay justicia y el derecho solo se vuelve
una forma de mantener la desigualdad y los privilegios. No puede haber analogía
entre quien es feliz de alguna manera y quien no tiene ni tendrá en su vida la
posibilidad de alcanzar dicho estado. Luego la virtud se vuelve también un
privilegio, lo mismo que la prudencia, ya que no hay la posibilidad de mediar. Una
reflexión analógica sobre la felicidad no puede dejar de lado una metafísica y
ontología del bien que no abrace las condiciones mínimas para que se la virtud
o la prudencia a nivel personal o social en la existencia humana. ¿Se puede hacer
una analogía entre carencia y opulencia? ¿cómo mediar el oxímoron de la
existencia en el ámbito de la felicidad?
En principio no parece haber término medio, socialmente y en la actualidad, entre la
carencia y la opulencia. O se carece de las condiciones para la felicidad como plenitud o
sobran dichas condiciones. El ideal, por supuesto, es que se den las condiciones óptimas. La
propuesta de Mauricio Beuchot, como otras más, es un llamado a no dejarse vencer por los
extremos, sino que, en conjunto y colaborativamente, se contribuya a que todos tengas las
mejores condiciones para adquirir las virtudes, en tanto que excelencias individuales y
sociales, y alcanzar la plenitud que a cada uno corresponde, por el hecho de ser humano. Es
obvio que si faltan dichas condiciones, no hay felicidad. Pero, aunque no tan evidente,
también si sobran o hay de más. Se ve que no porque sobran los recursos se es más feliz.
Incluso se nota que, al margen de la confusión entre deseo y felicidad, la plenitud la buscan
y anhelan pobres y ricos. En una sociedad llena de ilusiones inalcanzables, a unos les falta lo
necesario para sobrevivir y a otros, aunque les sobra, no encuentran sentido a sus vidas. Sé
que es un cliché, pero parece que la buena educación, en sentido amplio, o no reducida a las
aulas, ha de dejar de ser un aparato ideológico para convertirse en la oportunidad de fungir
como ocasión de la adquisición de las excelencias que tanto como individuos como sociedad
se necesitan. Se debe de dejar de formar obreros y narcisistas. Con tanta historia detrás, la
humanidad puede identificar los modelos a replicar y los antimodelos a evitar.
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