Revista de Filosofía
Vol. 41, Nº107, 2024-1, (Ene-Mar) pp. 101-115
Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela
ISSN: 0798-1171 / e-ISSN: 2477-9598
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(CC BY-NC-SA 4.0)
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Racismo como mecanismo biopolítico capitalista
Racism as a Capitalist Biopolitical Mechanism
Osvaldo Hernández Montero
ORCID: https://orcid.org/0000-0001-5898-2199
Universidad del Zulia - Escuela de Filosofía
Maracaibo-Venezuela
osvaldoangelmontero@gmail.com
DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.11153758
Resumen
El extractivismo de los recursos que garantizan la continuidad de la vida en condiciones
dignas acompaña la concentración de capital en pocas manos; significa la cosificación
alienada de la realidad, en favor de mantener los privilegios de clase. Estas injusticias
emplean mecanismos biopolíticos racistas con la finalidad de clasificar y segregar las
poblaciones como correlato de la división social del trabajo que estructura la rapacidad
capitalista. Situación que provoca el quiebre de los modos democráticos de convivencia.
Subvertir esta disposición amerita desestructurar los mecanismos de sujeción poblacional
al normar relaciones humanas justas; exhorta la apropiación colectiva del derecho a
manifestar cultura como cuidado de sí. Por consiguiente, la investigación analiza el
racismo como enajenación característica de las contrademocracias contemporáneas;
seguidamente, aboga por mediar éticamente las relaciones comunitarias al aprovechar la
capacidad emancipadora de las pedagogías humanizantes. Es un estudio bibliográfico, de
carácter diacrónico, que se organiza según el enfoque racionalista deductivo.
Palabras clave: Biopolítica Racista; Rapacidad Capitalista; Sociedades Mediadas
Éticamente.
_______________________________
Recibido 15-11-2023 Aceptado 19-02-2024
Abstract
The extractivism of resources that guarantee the continuity of life in dignified conditions
accompanies the concentration of capital in a few hands; it means the alienated reification
of reality, in favor of maintaining class privileges. These injustices use racist biopolitical
mechanisms in order to classify and segregate populations as a correlate of the social
division of labor that structures capitalist rapacity. Situation that causes the breakdown of
democratic ways of coexistence. Subverting this provision deserves to destructure the
mechanisms of population subjection by regulating fair human relations; calls for the
collective appropriation of the right to manifest culture as self-care. Therefore, the
research analyzes racism as a characteristic alienation of contemporary
counterdemocracies; Next, it advocates ethically mediating community relations by taking
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advantage of the emancipatory capacity of humanizing pedagogies. It is a bibliographical
study, of a diachronic nature, which is organized according to the deductive rationalist
approach.
Keywords: Racist Biopolitics; Capitalist Rapacity; Ethically Mediated Societies.
Introducción
Para ser habitable, toda sociedad exige normalización de las conductas esperadas;
por lo cual, se presenta junto a una amplia serie de legalidades que determinan las
acciones posibles. La habitabilidad procura la reproducción de prácticas que benefician la
escenificación de estrategias, modos y recursos que garantizan la sobrevivencia de la
organización a lo largo del tiempo.
Supone, como afirma Freud (2021), una serie de restricciones ante la condición
desordenada de los deseos. En tanto, las comunidades se organizan a través de la
instauración de restricciones, al vigilar y sancionar las prácticas posibles. Marx informa
que las sociedades se estructuran en torno a los modos de producción de bienes y servicios;
caracterizando la sociedad moderna la intención de incrementar el capital acumulado y
circulante. Es apodíctico:
Nosotros partimos de un hecho económico, actual.
El obrero es más pobre cuanta más riqueza produce, cuanto más crece su
producción en potencia y en volumen. El trabajador se convierte en una
mercancía tanto más barata cuanto más mercancías produce. La
desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización
del mundo de las cosas. El trabajo no sólo produce mercancías; se produce
también a mismo y al obrero como mercancía, y justamente en la
proporción en que produce mercancías en general (Marx, 2018, 144).
Junto a esto, la validación de la vida para que sea justa debe manifestar la dignidad
que contiene. Seguidamente, son plausibles las estrategias de control que favorecen la
vigencia de la dignidad; siendo prescindibles aquellos mecanismos que, al lesionar la
dignidad, supeditan las acciones a la reproducción, circulación y acumulación de capital, a
modo de la fetichización de la mercancía que el proyecto neoliberal actual impulsa. Afirma
Foucault: “La biopolítica trabaja con la población. Más precisamente: con la poblacn
como problema biológico y como problema de poder. Creo que la población así entendida
aparece en este momento” (2012,198).
De tal suerte, es posible distinguir los controles que favorecen la reproducción de la
vida en condiciones dignas, de aquellas que al lesionar la vida procuran la depredación de
muchos en beneficio de concentrar capital en manos de poco. Por excelencia, el racismo es
el mecanismo de biocontrol más distintivo del imperio del capital y, como tal, aplica
técnicas de poder orientadas hacia el sometimiento del cuerpo, hacia la instauración de
procedimientos que permitan la distribución, alienación y aseguramiento de la vigilancia
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permanente, donde las identidades se encuentren siempre en el campo visible del poder
hegemónico. El racismo, entonces, se constituye en un sistema de vigilancia permanente,
de jerarquización, de inspección, que subyuga y somete los cuerpos y las identidades
(Gallardo, 2013).
Hoy, la condición mundial del capitalismo, aumenta la rapacidad ante todos los
recursos que favorecen la reproducción de la vida en las mejores condiciones posibles. De
esta manera, la globalización neoliberal dispensa deberes y derechos según la clasificación
racial de la población. Esta división en estanco de la población mundial manifiesta la
supeditación del ser humano a la máquina de montaje; es decir, la división social del
trabajo organiza las formas de control racial de la población en sociedades condicionadas
por el afán de la acumulación de capital. Subraya Foucault:
La tecnología de poder biopolítico conseguirá instaurar mecanismos que
tendrán funciones muy diversas de las que eran propias de los mecanismos
disciplinarios. De hecho, en los mecanismos instaurados por la biopolítica,
se trata en primer lugar de previsiones, estimaciones estadísticas,
medidas globales, pero se tratará también de modificar, no tanto un
fenómeno particular o un determinado individuo, como intervenir a nivel
de las determinaciones de los fenómenos generales, o
complexivamente considerados. Será necesario por eso modificar, reducir los
estados morbosos, prolongar la vida, estimular la natalidad. Pero sobre todo
habrá que preparar mecanismos reguladores que, en una población global,
puedan determinar un equilibrio, conservar una media, establecer una
especie de homeostasis, asegurar compensaciones. En breve: hab que
instalar mecanismos de seguridad en torno de todo lo que haya de aleatorio
en las poblaciones vivientes. Se tratará, en suma, de optimizar un estado de
vida. Estos mecanismos, como los disciplinarios, están destinados a
maximizar las fuerzas y a extraerlas, pero con procedimientos del todo
diferentes (2012, 199).
Consecuentemente, todo proyecto viable de emancipación contemporánea debe
enfrentar las normalizaciones del biopoder, desfragmentando, a través de encuentros
humanos éticamente mediados, las represiones del biocontrol racista del Estado.
Habilidad que exige la humanización de las relaciones sociales al desestructurar el
condicionamiento mercantilista; donde la pedagogía se precia como herramienta útil para
organizar sociedades responsables de su bienestar.
En base a los argumentos esgrimidos hasta ahora, se propone la siguiente
investigación, de carácter diacrónico, conformada desde el enfoque racionalista deductivo,
que tiene la intención de analizar el racismo como mecanismo biopolítico de las sociedades
capitalistas actuales. Asimismo, se presenta como denuncia a la neoescenificación de las
rapacidades coloniales, que provocan el despojo de los recursos naturales y sociales para la
concentración de capital por parte de quienes ejercen el control y vigilancia sobre la
sociedad y el Estado.
1. Naturaleza rapaz del racismo
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La pregunta original de la filosofía ante la cosa que se estudia es el ¿Qué es?
Seguidamente, cabe interrogar ¿Qué es el racismo? Según las interpretaciones
antropológicas del pensamiento crítico latinoamericano, es una estrategia biopolítica; una
amplia serie de principios epistémicos que tienen el propósito de regular las conductas
para garantizar la explotación de los cuerpos y territorios. Para Enrique Dussel (1982), el
racismo es una ideología que cumple un círculo práctico, es decir, se encuentra presente en
la economía, la política y en la psique de los individuos, generando comportamientos tales
como el resentimiento, odio, desprecio, agresividad y otra serie de patologías que
constituyen la realidad formada en torno a América Latina.
Consiste, pues, el racismo en endilgar minusvalía ética, cognitiva y estética a un tipo
humano de ser, dependiendo de su condición fenotípica. Consecuentemente, el negro
cuenta con menor habilidad ética, cognitiva y estética que otros seres humanos. En
consonancia, el blanco contiene las máximas cualidades éticas, cognitiva y estéticas. Así, la
blanquitud sirve como valor a poseer para contar con las máximas posibilidades humanas.
Para Walsh (2005), esto se ve ejemplificado en las formas en las que se desenvuelve la
economía, el conocimiento y otras formas de desenvolvimiento de la vida, mediante
centros hegemónicos de poder, que brindan posibilidades ilimitadas al hombre blanco
occidental, desplazando a la periferia lo considerado diferente.
Ahora bien, en lo tocante a su propósito, el racismo, como mecanismo biopolítico,
tiene la intención de normar las sociedades con el fin de garantizar la extracción constante
de los recursos de los diversos nichos naturales y sociales mundiales, para su traslado a los
centros hegemónicos de poder político y económico. Se trata, entonces, de una serie de
principios epistémicos que tienen como fin legitimar precisas prácticas sociales para
garantizar la explotación de los cuerpos y territorios. Con ello, de acuerdo a Albán y Rosero
(2016), se crean formas hegemónicas para consumir, privatizar, explotar y controlar la
naturaleza, incidiendo en la acumulación de capital, que se ampara a través de los tratados
multinacionales y en las grandes inversiones a nivel internacional.
Al ser el capitalismo un sistema económico basado en la explotación del trabajo y de
los recursos naturales y sociales para transferir valor, causa pauperización de las formas de
vida común, mientras concentra capital; necesariamente, opera junto al racismo para
robar la vida de muchos en beneficio de pocos. A esta relación de explotación, la
modernidad ilustrada sirve como sustento ideológico para legitimar toda forma
contemporánea de colonialismo. Afirma Marx:
Cada comprador procura sacar del empleo de la mercancía comprada el
mayor partido posible, y en ese mismo sentido obra el capitalista comprador
de la fuerza de trabajo, que tiene un móvil único: acrecentar su capital, crear
plusvalía, absorber todo el sobretrabajo posible (Marx, 2017, 44).
Entonces, las sociedades se estructuran distinguiendo haberes económicos y
políticos a condiciones raciales. El mantuano es el arquetipo clásico del explotador
latinoamericano, mientras la población afro e indígena son los explotados, negados,
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silenciados, desplazados, asesinados, desaparecidos. La negación del cuerpo y psiquis del
negro es el propósito de la blanquitud como proceso de refinamiento social. La máxima
producción de bienes y servicios se liga al progreso, al bienestar y felicidad social;
acompañado el proceso de la blanquitid continua de las sociedades. Afirma Castro-Gómez:
A través de estas taxonomías, las elites construían imaginariamente un orden
social y elaboraban representaciones sobre el lugar que ellos y las castas
debían ocupar en ese orden… Los cuadros de castas representan el complejo
proceso de mestizaje que se estaba llevando a cabo en toda la América
hispana durante el siglo XVIII. Se trataba de un conjunto de escenas por lo
general 16 cuadros en las que se mostraban los diferentes tipos de mezcla
racial, designando a cada una con un nombre, una actividad y una posición
social específicas. La serie de cuadros seguía una estricta progresión
taxonómica: al comienzo aparecía una representación del modelo de “raza
pura el español y luego, en orden descendente, conforme al alejamiento
respecto del modelo étnico original, eran representadas todas las castas. En
los cuadros aparece siempre el padre, la madre y el hijo, con su color de piel,
vestido y actividad laboral característica (Castro-Gómez, 2018, 74).
Debido a esto, las sociedades coloniales son altamente racistas, en cuanto instauran
mecanismos para contener la negritud en favor de la blanquitud. Por lo cual, acontecen
muchas formas de enajenación en la psiquis social, el desprecio de los blancos hacia todo
otro grupo humano y el menosprecio del indígena o y afro de mismo. La suma de
rencores aumenta el narcisismo de de los grupos humanos cuando se desprecia a otros,
siendo esto la negación de cualquier modo de convivencia democrática.
Para Fanon (1993), la ideología racista inserta en la psicología social los impulsos e
intereses desarrollistas que las situaciones injustas ameritan. Se cortan los hilos
asociativos con la comunidad, con la historia como relato de los oprimidos contra los
opresores. La racialización de las sociedades acompaña la distribución social del trabajo;
por lo cual, se trata de la estratificación colectiva para favorecer la explotación capitalista.
Precisa Quijano:
En el pensamiento eurocéntrico, heredero de la Ilustración continental, la
sociedad era un organismo, un orden dado y cerrado, y las clases sociales
fueron pensadas como categorías ya dadas en la “sociedad”, como ocurría con
las plantas en la “naturaleza”(Quijano, 2014,309).
Las sociedades coloniales en el afán de blanqueamiento instauran múltiples
mecanismos eugenésicos. El asesinato de comunidades, como los Yanomanis en el
Amazonas, los Yukpas en la Sierra de Perijá (América Latina en Movimiento, 2019), los
Selknam en Argentina; la esterilización forzada como el padecido por las comunidades
indígenas en el Perú durante el gobierno de Alberto Fujimori, donde se articulan diversas
instituciones para castrar las mujeres (Uchoa, 2021). Como puede apreciarse, el control
social mediante la raza, ha sido un asunto permanente en América Latina desde la época
colonial, en tanto la selección de grupos indígenas o negros, para ser erradicados,
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formaban parte de los episodios históricos que se mantuvieron desde el siglo XV hasta el
siglo XX en tierras de Abya Yala (Álvarez, 1988).
Desde la perspectiva de Álvarez (1988), en otras latitudes y en contextos diferentes,
la eugenesia fue disfrazada como mejoramiento racial, mediante una superposición entre
raza/clase, donde las clases superiores, determinaban el desenvolvimiento de las clases
subordinadas u oprimidas, a las que, eventualmente, fueron sumados los mestizos,
migrantes y grupos étnicos no contactados al ideal de blancura y racionalidad occidental.
La eugenesia siempre es acompañada por el robo de los territorios y la sustitución
de la población, como es el caso del asesinato de líderes campesinos en Brasil y Colombia;
el desplazamiento de población indígena y afro para el Estado poder vender las tierras a las
empresas transnacionales para la siembra de monocultivos, ahora garantizar a los
capitalistas la seguridad jurídica que la explotación de la tierra amerita. Alarma cómo la
pauperización de todos los servicios públicos, as de comunicación, escuelas, hospitales,
alumbrado público, recolección de basura, deja en la indefensión a la población,
especialmente los indígenas y afro, en sociedades que se precian democráticas. Indica
Rozental:
El desarrollo del campo colombiano mediante la gran empresa y el
desplazamiento del campesinado fue la propuesta del economista canadiense
Lauchlin Currie, asesor de varios gobiernos, cuyas concepciones aún dirigen
la política agropecuaria de Colombia y marcan la visión de destacados
economistas y políticos colombianos. Para Currie el problema agrario
colombiano estaba configurado por la debilidad de la demanda de bienes
agropecuarios y el exceso de población campesina. El camino para conseguir
el “rompimiento” (breakthrough) y arribar al desarrollo económico
acelerado” era atraer población rural a las ciudades con programas que
generaran masivamente empleo urbano con salarios más altos que los
ingresos campesinos, de manera que la agricultura comercial se deshiciera de
la competencia campesina al mismo tiempo que obtenía una mayor demanda
de sus productos por el incremento de la demanda urbana (Rozental, 2017,
45).
Rozental enfatiza que el Estado neoliberal se vale de argucias lógicas para explicar
cómo el campo abandonado por sus habitantes, sumándose estos a las ciudades generará
riqueza y bienestar. Invisibilizando la obviedad que al desposeer los territorios de los
campesinos, éste se convertirá en tierra improductiva. La falacia la intención de vender los
recursos al capital internacional.
Es preciso desplazar al campesino para que las trasnacionales se apoderen de la
tierra. Y claro, siguiendo el consejo de Currie se desplaza al campesinado colombiano;
proceso que no ha sido pacífico o civilizador. El desplazamiento del campesino colombiano
ha sido consecuencia de la violencia. Éstos, en las ciudades engrosan la miseria, se
convierten en mano de obra explotable para la industria. La violencia es contra las
comunidades, cercenando el derecho a la producción cultural como evidencia de sí;
desmejorando las condiciones y posibilidades de vida para beneficiar al capital globalizado.
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Se trata que el racismo es concomitante a la promesa del cuerno de la abundancia al
sustentar la organización capitalista del Estado. A partir de aquí se comprende la condición
racista del Estado contemporáneo; se entiende la democracia representativa como
aglutinación, en pocas manos, de la capacidad política para que la hegemonía legisle para
incrementar la explotación de los recursos naturales y humanos a favor de sí.
La configuración del Estado racista explica la violación de los derechos humanos en
las democracias actuales, cuando se venden a privados los recursos naturales, ríos,
montañas, campos, recursos hídricos; para que los monocultivos sustituyan los cultivos
autóctonos, para que la minería diezme los nichos ecológicos. Siendo las democracias
actuales manifestación expresa de la rapacidad colonial como distinción de la modernidad.
¿Cómo es posible la barbarie racista? ¿Cómo se explica que ocurran las sociedades
racistas? Precisamente ¿Cómo la promesa del cuerno de la abundancia se transfigura en
barbarie? Para entender la legitimidad de la negación humana es preciso comprender a
Aníbal Quijano cuando denuncia el colonialismo epistémico actual. La explotación
capitalista de los recursos naturales y humanos es posible gracias a la colonización
epistémica que las comunidades padecen. Apunta Quijano:
La colonización europea supuso en términos intersubjetivos que todas las
experiencias, historias, recursos y productos culturales, terminaron también
articulados en un solo orden cultural global en torno de la hegemonía
europea u occidental”. Ello se hizo mediante una serie de operaciones: todos
los conocimientos de los pueblos colonizados que sirvieran al patrón colonial
de poder les fueron expropiados. Las capacidades de estos pueblos de
reproducir sus propios patrones de sentidos fueron reprimidas tanto como
fue posible, a la vez que fueron forzados a adoptar parcialmente la cultura de
los dominadores” (Quijano, 2014,46).
El aumento progresivo de la extracción como concentración de capital acompaña el
desarme cultural de las comunidades, el impedimento de la capacidad comunal de legislar
en beneficio de sí; amerita la inacción humana ante la constante violación de los derechos
humanos. Por ende, la colonización epistémica, como instrumento biopolítico, impide la
recreación cultural de las comunidades imponiendo razonamientos con pretendida validez
universal con el propósito de negar la capacidad colectiva para provocar el buen vivir al
confluir razones, sensaciones y sentimientos.
De esta manera, el aparato ideológico del Estado racista pone a disposición de la
enajenación cultural todas las organizaciones e instituciones. Las escuelas, medios de
comunicación, las iglesias, partidos políticos imponen las palabras y razones que
benefician el estractivismo, al negar las voces comunales. Acota Arboleda Quiñonez:
Creo que podemos hablar con indicios de certeza, de una marcada violencia
epistemológica, como política consuetudinaria del mestizaje y la blanquitud
constitutiva del Estado y las teorías de las ciencias sociales y humanas en
estas naciones. Haciéndose clara la coincidencia de las prácticas de
pensamiento político de las elites blanco-mestizas del país con prácticas de
pensamiento académico, develando su adscripción a la misma ideología y
paradigma (2016,85).
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La propaganda alienante impulsa la despersonalización de al pretender la
realización humana a través del consumo de objetos. Las escuelas y universidades impiden
la razón ética y estética como confluencia humana para reproducir las afirmaciones
técnicas que amerita la continuidad de la explotación capitalista; mientras las
comunidades son perseguidas, desplazadas, explotadas, diezmadas. La mundialización del
fetiche de la mercancía niega e impide cualquier posibilidad de humanizar las
convivencias.
2. Límites y pujanzas de la biopolítica racista
El capitalismo como hegemonía contemporánea clasifica la población en función de
la división social del trabajo; para lo cual se vale del racismo como biocontrol de la
población. Concomitante a la mundialización del fetiche de la mercancía como propósito
de la escuela económica neoclásica, se globalizan las estrategias políticas, económicas y
jurídicas que garantizan la segregación de la población a favor de la máxima producción de
las mercancías como correlato de la acumulación de capital.
Explica esto la multiplicación incesante de objetos y mercancías, mientras casi dos
mil personas mueren durante la primera mitad del 2023 en el mar mediterráneo sin
alcanzar las costas europeas (ONU, 2023); de los cuales 300 son niños (API, 2023), se
enfatiza, se han ahogado 300 niños en el mediterráneo mientras la Unión Europea cierra
sus fronteras, desautoriza la ayuda a los migrantes, persigue a las organizaciones no
gubernamentales rescatistas. La desvalorización humana justifica la pauperización de
todas las formas de vida comunes mientras se incrementan los capitales guardados en los
paraísos fiscales. Las crisis de convivencia hoy son producto de condicionar las relaciones
sociales a las exigencias del mercado cada vez más depredador.
En tanto, las estrategias de biocontrol racista se caracterizan por la sacralización de
la individualidad como manifestación de la condición humana. La individualidad
dogmatizada presenta el individualismo como giro de la mirada hacia . Es decir, la
promoción individualista que los aparatos ideológicos del Estado hacen, provoca el
ensimismamiento narcisista; cortando los hilos asociativos históricos, culturales y sociales,
franca manera de deshumanizar las comunidades. Esta fragmentación social cosifica al ser
humano al impedir la mediación ética colectiva.
De tal suerte, se anonada la consciencia individual y social al impedir el
reconocimiento de cada ser humano en los otros. El individuo se presenta como entidad
desfragmentada y separada de los otros. El hombre separado de otros se ensimisma
comprometiendo la supervivencia propia y ajena; pues, la sobrevivencia de cualquier
sociedad está condicionada a la capacidad de hacerse responsable éticamente de si y los
otros. En esta enajenación, la solidada y compasión como capacidades éticas distintivas de
los procesos de humanización son sustituidas por la exacerbación del narcisismo primario;
seguidamente, el narcisismo secundario se lanza ante un mundo cosificado a totalidad,
mediado la realización de sí a través de la compra y consumo de objetos. Destaca Foucault:
A diferencia de lo que sucede con las disciplinas, no hay un adiestramiento
individual producido mediante un trabajo sobre el cuerpo como tal. No se toma
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al individuo en detalle. Por el contrario, se actúa, por medio de mecanismos
globales, para obtener estados totales de equilibrio, de regularidad. El problema
es tomar en gestión la vida, los procesos biológicos del hombre-especie, y
asegurar no tanto su disciplina como su regulación.
Más a de ese gran poder absoluto, dramático, hosco, que era el poder de la
soberaa, y que consistía en poder hacer morir, he aq que aparece, con la
tecnología del biopoder, un poder continuo, científico: el de hacer vivir. La
soberanía haa morir o dejaba vivir. Ahora en cambio aparece un poder de
regulación, consistente en hacer vivir y dejar morir (2012, 199).
En estos escenarios, la propaganda se convierte en la episteme de las sociedades
consumistas. Las escuelas, universidades y medios de comunicación, al prescindir de la
instrucción ética, afirman los mitemas que ameritan las relaciones sociales enajenadas. La
máxima producción de bienes y servicios como propósito educativo desconoce los límites
de lo técnicamente posible con el objetivo de consumir los recursos naturales y sociales en
favor de la acumulación de capital.
Las transformaciones del modo de producción capitalista durante la segunda
mitad del siglo XX no explican en mismas la reaparición y las diversas
metamorfosis de la bestia. Pero constituyen su innegable telón de fondo al
igual que los inmensos progresos en tecnología, biología y genética. Así, se
instaura una nueva economía política de lo viviente irrigada por los flujos
internacionales del saber, y que tiene como componentes privilegiados las
células, los tejidos y los órganos, tanto como las patologías, las terapias y la
propiedad intelectual. De la misma manera, la reactivación de la lógica de
raza trae aparejada una potenciación de la ideología de la seguridad, la
instauración de mecanismos orientados a calcular y minimizar riesgos y a
hacer de la protección la moneda de cambio de la ciudadanía (Mbembe,
2016,55).
El profesional de convierte en agente de mercadeo del mundo con el fin que las
mercancías colmen los anaqueles capitalistas para que la falsa percepción de abundancia y
bienestar impida apreciar el sacrificio humano que amerita el mercado. Igual que los
animales que al ser cazados se paralizan cuando son apuntados por la luz brillante, el
cliente detiene las capacidades éticas ante el esplendor de las mercaderías. Para el
propósito de la sociedad filibustera, el biocontrol que ejerce el racismo es eficiente, pues,
impide reconocer en el otro las capacidades sensitivas y racionales al distinguir en el rostro
ajeno amenazas, peligros para la propia sobrevivencia.
El trabajo del racismo consiste en relegar ese rostro al trasfondo o en
recubrirlo con un velo. En lugar de esa cara, se hace ascender desde las
profundidades de la imaginación un fantasma de cara, un simulacro de
rostro, inclusive una silueta, para que ocupen el lugar de un cuerpo y un
rostro de hombre. El racismo consiste, en consecuencia y ante todo, en
sustituir por otra realidad aquello que es otra cosa. Poder de desviación de
lo real y fijador de afectos, el racismo es también una forma de desorden
psíquico a raíz de la cual el material reprimido asciende brutalmente a la
superficie. Para el racista, ver a un negro es no ver que él no esahí, que no
existe y que no es más que el punto de fijación patológico de una ausencia de
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relación. La raza, entonces, hay que considerarla a la vez como un más acá y
más allá del ser. Es una operación imaginaria, el punto de encuentro con la
parte de sombra y las regiones oscuras del inconsciente (Mbembe, 2016,71).
Con esto, se multiplica el sacrificio del cuerpo ante el fetiche de las mercancías, la
promoción incesante de la pornografía mientras las calles de llenan de basura; cuerpos
tirados, negados y adormecidos por el consumo de drogas. La cosificación humana explica,
la pornografía como mediación mercantil humana concomitante a la acumulación de
basuras y cuerpos despojados de toda humanidad. En concordancia, el aumento de la
basura es el resultado de la enajenación humana.
La devaluación de la condición humana como correlato de la dogmatización de las
relaciones mercantiles presenta al mercado como arjé social. Exige, la economía
neoclásica, impedir la capacidad de vigilancia y control estatal mientras el mercado regula
la totalidad de las relaciones sociales. El mercado como abstracción sacralizada impulsa las
exigencias de la sociedad burguesa en detrimento de la participación ciudadana.
La larga fila de cuerpos doblados, enajenados, ante las casas comerciales expresa
fidedignamente la sacralización de las mercanas cuando el mercado es libre. La condición
dopada del ser alienado es consecuencia de la despersonalización cuando se cortan las
relaciones éticas con los otros. El imperio de la mercancía impone las razones y
sensaciones en las sociedades cansadas y dormidas.
La condición dopada de la sociedad contemporánea es resultado del racismo como
biopolítica; pues, los menosprecios y minusvalía de la condición sensitiva y racional
acompañan la veneración a los objetos. Marx recuerda que la sacralización de los objetos
acompaña la desvaloración humana; esta enajenación expresa el solipsismo de sociedades
inhabitables.
Por lo demás, el racismo y la fobia a los otros son fenómenos largamente
compartidos. La lógica racista supone un fuerte grado de bajeza y de
estupidez. Como indicaba Georges Bataille, implica igualmente una forma de
cobardía: la del hombre que «da a cierto signo exterior un valor que no tiene
otro sentido que sus temores, su mala consciencia y la necesidad de cargar a
otros, en el odio, con un peso de horror inherente a nuestra condición»; los
hombres, añadía, «odian, al parecer, en la medida en que son ellos mismos
odiosos» (Mbembe, 2016,77).
Por eso, actualmente, el migrante es la figura problematizadora por excelencia, del
fetiche de la mercancía. A diferencia del turista, el migrante viaja, en la mayoría de los
casos, en contra de su voluntad; en búsqueda de condiciones de vida que su nicho social no
le garantiza. Considerado así, la migración al ser causada por la desposesión de los medios
que hacen posible la vida es una expresa forma de exilio. Para Bidaseca:
El exilio es una experiencia tan devastadora, que resulta incluso en una
forma de mutilación: el exilio representa "la grieta inestable entre un ser
humano y un lugar nativo, entre uno mismo y su verdadero hogar (…) Una
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grieta que lo separa del alimento de la tradición, la familia y la geografía
(2021,9).
Actualmente, cuando la libre circulación de las mercancías consiente la invasión de
mercadería subsidiada con dinero público de los lugares de origen a los mercados foráneos,
se provoca la ruina intencionada de los aparatos de producción y mercadeo locales;
impidiendo el trabajo como medio que permite la subsistencia. La libre circulación de las
mercancías provoca la pauperización de los modos de vida cuando se sacrifican los medios
y estrategias regionales de sobrevivencia para mantener la acumulación de capital por
parte de quienes controlan el mercado y política mundial. Favoreciendo los privilegios de
clases de muy pocos ante la pobreza de muchos.
El tráfico mundial muestra la enorme violencia de las contradicciones que
encierra esta fase de la globalización: la liberación de los flujos globales de
mercancías y tráficos financieros ha hecho saltar por los aires los límites
nacionales y las soberanías, consolidando grandes regiones de transición
económica y paraísos fiscales, a la vez que ha construido la estanqueidad
regional o estatal de los seres y no-seres (humanos). Los seres se encuentran
confinados en las regiones de seguridad del Norte, porque la implosión del
caos que produce los desajustes sistémicos y la polarización socioeconómica
sobre la que se construye la interdependencia estatal neocolonial, produce
violencias multilocalizadas por “terrorismo global” en amplias regiones del
Sur (Castaño Madroñal, 2019,20).
Se explica, necesariamente, la libertad de los objetos es acompañada por la
restricción humana. Aquí la violencia del Estado se ejerce para contener la movilidad de las
poblaciones; entonces, los cuerpos de seguridad como jurídicos se disponen para
multiplicar las estrategias de contención poblacional, sujeción mucho más violenta a
quienes más necesitan. El Estado moderno administra la fuerza según las necesidades del
mercado.
Aquí la biopolítica racista es eficiente para clasificar los seres humanos,
distribuyendo derechos y deberes según el estanco asignado. La razón de Estado
condicionada a la voluntad de quienes dirigen el mercado administra a conveniencia la
condición de ciudadanía. La migración ilegal se persigue con toda la violencia posible; los
cercos, vigilancia y armas son las estrategias que acompañan las políticas migratorias del
Estado que se precia democrático. Subraya Bidaseca:
Utilizando las violencias coloniales, los poderes imperiales cuadriculan la
zonificación del mundo. Así, las zonas de la humanidad y la no-humanidad
determinan lo que Fanon llamó las \zonas de "no-ser": \yo soy, pero no soy
siempre ni en todas las situaciones, es decir, mi humanidad está socialmente
condicionada, a veces reconocida, a veces negada". Zonas serpenteantes que
segregan poblaciones, racializan cuerpos, construyen cartografías coloniales
en las que el poder decide quién debe vivir y quién ha de morir (2021,3).
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La represión se justifica por el concepto manoseado de seguridad nacional;
entonces, las fronteras se llenan de muros, centros de detención, alambres de púas
eléctricas y rutas de vigilancia. Aquí, los documentos migratorios son administrados según
la conveniencia de las cadenas de montaje. De esta manera, la mano profesional calificada
logra la entrada legal al país, con tantas restricciones, que al impedir los derechos que
acompañan la ciudadanía se garantiza la asidua asistencia a las cadenas de montaje. Las
ayudas humanitarias terminan, como la destinada a los migrantes venezolanos por parte
de la administración hegemónica capitalista, alimentado las ambiciones políticas del
continente, mientras las embajadas se cierran durante la pandemia.
El aumento incesante de las migraciones humanas durante la globalización de los
derechos de las mercancías, denuncian las muchas falencias de la depredación capitalistas.
Los bosques, montañas y ríos se venden en el mercado internacional, mientras las
comunidades son despojadas de todos los medios y recursos que garantizan expresar
cultura como manifestación responsable de sí.
Quienes logran permisos de trabajo son reducidos y contenidos en guetos, tan
insalubres, inapropiados para la vida, como sus lugares de origen. Hoy, Europa atestigua la
violencia que provoca en el Estado que se precia democrático, la continuidad de las
injusticias distintivas del colonialismo.
Las calles sucias y rotas, la incapacidad de recoger los desechos, el aumento de la
drogadicción, los estallidos sociales, la multiplicación de las carpas como nicho de
convivencia, expresan los desatinos del proyecto civilizatorio moderno basado en
relaciones del trabajo configurados según las exigencias del mercado. Las democracias de
tipo representativas son incapaces de cancelar el mercadeo esclavista como entidad
jurídica que configura las relaciones sociales. Pues, la esclavitud como robo de la plusvalía
da razones fidedignas de las urgencias sociales actuales.
Desde una noción foucaultiana del poder, en los contenidos biopolíticos
consumados en los órdenes de la modernidad encuentro ciertos paralelismos
entre cúlmenes sistémicos predatorios de la historia pasada, todavía reciente,
y los desajustes actuales. Si enfocamos al nazismo, y otros –ismos de los
regímenes totalitarios europeos, la biopolítica racial que establecía los límites
entre la super-raza e infra-raza, era uno de los ejes de la lógica sistémica de la
modernidad en el seno de los Estados-nación coloniales. Estas ideologías
construyeron la idea de nación sobre la super-raza, hispánica nacional-
católica en el caso español, o la super-raza aria germánica en el caso alemán,
por citar un par de ejemplos (Castaño Madroñal, 2019,9).
Las crisis migratorias exponen claramente al capitalismo como causante de las
urgencias socioculturales contemporáneas; concomitantes a la condición dopada de los
cuerpos, expresa la pornografía como comercio de los territorios susceptibles de causar
emancipación. La sobrevivencia trata, con urgencia, de desarticular la biopolítica racista
contemporánea por formas humanas de despertar, cuando la condición despierta significa
el encuentro ético con los otros.
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Consideraciones finales
Los límites de las sociedades capitalistas están determinados por la pauperización
de las poblaciones y nichos ecológicos mientras concentra capital, concomitante al
monopolio de la fuerza y capacidad política. Se sigue que son inviables sociedades que
procuran el bienestar de pocos mientras limita y cercana el derecho a la vida de muchos.
Pues, el incremento de las miserias como haber general provoca las crisis de convivencia
que deslegitiman constantemente las relaciones sociales supeditadas a la producción de
mercancía como correlato de la acumulación de capital.
Las dicotomías de los sistemas que provocan las crisis que atentan contra su
continuidad a lo largo del tiempo, presenta las pujanzas entre las emancipaciones y la
violencia como intención de parte de quienes controlan el sistema, que este permanezca
vigente el mayor tiempo posible. Sin embargo, la continuidad de las relaciones de poder
capitalistas al provocar las muchas crisis de convivencias actuales se cercena a sí,
provocando mayores pujanzas por la libertad como correlato de los modos futuros de vida
dignas.
El biocontrol racista de la población que sucede al maximizar la individualidad
como condición humana privilegiada, impide la capacidad de humanizar las relaciones
sociales. Se acompaña de la programación humana para la compra y el consumo de
mercancías; la univocidad del mercado como legitimador de las prácticas sociales, en
cuando sobrevivencia de los privilegios de clase en detrimento de las formas de vida de los
seres humanos explotados. Concomitante, la repetición de las conductas que favorecen la
continuidad de las cadenas de montaje de objetos que acompaña el detrimento de las
relaciones sociales y la sobrevivencia de los nichos ecológicos, deben ser contenida a través
de la humanización de las sociedades.
Así, la superación de estas limitantes éticas y cognitivas amerita la apropiación
colectiva de las instituciones estatales para legislar a favor de . Detiene esto el gobierno
como representación, por modos políticos participativos, cuando las comunidades se hacen
responsables de sí, al emplear los acuerdos para conformar modos de vida justos.
Solicita, muy especialmente, vencer la colonización epistémica cuando la escuela se
coloca a favor de las comunidades. Se subraya, entonces, la capacidad emancipadora de las
pedagogías oportunas, cuando los recursos educativos se ponen al servicio de la expresión
de los derechos humanos en formas democráticas de gobierno.
Las rapacidades, ensimismamientos, egoísmos fomentados por la educación racista
en el Estado neoliberal deben ser canceladas para tejer instrucción como liberación.
Significa que cualquier forma de democracia futura amerita desarticular las imposiciones
del Estado racista en favor de convivencias basadas en la justicia y equidad que provoca la
manifestación de los derechos humanos. Se vence la exclusión característica de las
sociedades racistas por la inclusión, convivencia y expresión de la condición plural como
distinción de sociedades humanizadas.
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REVISTA DE FILOSOFÍA
Nº 107 2024 - 1 ENERO - MARZO
Esta revista fue editada en formato digital y publicada en marzo de 2024, por el
Fondo Editorial Serbiluz, Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela
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