Morales, J. Revista de Filosofía, Vol. 41, Nº107, 2024-1, (Ene-Mar) pp. 53-79 58
Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela. ISSN: 0798-1171 / e-ISSN: 2477-9598
verdadero que logre racionalizar las consecuencias de dañar al otro, de practicar el rechazo
y de no reconocer los puntos de vista en torno a la vida; frente a este desafío, la formación
ética supone la posibilidad para lidiar con las diferencias desde el respeto, que implica dejar
a un lado el oscurecimiento de la conciencia y, en su lugar, adoptar una posición inclusiva,
cuyo sentido de apertura apueste por una sociedad más humanizada, dispuesta a reconocer
sus obligaciones, sus derechos y los deberes que giran en torno a la vida en comunidad
(Cortina, 2002).
Esto obliga la referencia a la necesidad de considerar como parte de la educación en
ciudadanía, la promoción de la benevolencia para comprender empáticamente al otro, para
dejarlo actuar en libertad y autonomía, para ver en sus prácticas y modos de vida
posibilidades para el encuentro, para el reforzamiento eminente de la dignidad, para el
descubrimiento de elementos tanto sociales y culturales que nos acercan más que
distanciarnos (Cortina, 1999).
En tal sentido, la educación en valores como idea subyacente en los planteamientos
de Cortina, pretende promover aspiraciones colectivas que instan a la praxis del trato
igualitario entre los seres humanos, en el que el reconocimiento de las particularidades
ideológicas, sociales y culturales sean vistas como parte de los rasgos que nos identifican,
que nos hacen diversos; este reconocimiento del otro como parte de los aspectos que
fundamentan la justicia social, involucra también la apropiación de una serie de valores
cívicos, entre los que se mencionan “la libertad, la igualdad, la solidaridad, el respeto activo
recíproco y paritario, así como el manejo del diálogo simétrico que permita la resolución de
problemas comunes” (Cortina, 2009: 193).
Para la autora, estos valores cívicos tienen el potencial de transformar los procesos de
relacionamiento humano al alentar el compromiso y la corresponsabilidad del individuo con
el proceder en función de respeto a la libertad ajena; a la cual, como principio rector de la
vida en comunidad se le adiciona la condición de igualdad que nos hace a todos portadores
de una dignidad que debe superponerse por encima de los intereses individualistas.
Interiorizar la idea de ser iguales en dignidad, se entiende como una virtud ciudadana que
la institución educativa debe privilegiar dentro de los procesos de enseñanza, en un intento
por redimensionar las oportunidades vitales que permitan a todos participar, expresarse y
manifestar su voluntad en condiciones paritarias.
De allí, que Cortina indique una serie de valores vinculados con la convivencia social
que por implicaciones en la praxis permiten procesos de relacionamiento positivo en el
contexto educativo, a decir, el respeto activo valor consistente en escuchar, reconocer y
valorar el sentido de valía que merece todo ser humano por su condición; este respeto activo
como fundamento de la democracia supone la reducción de la intolerancia, la exclusión y la
indiferencia con el otro. En sentido operativo, se entiende como un valor positivo que
apuntala “el soportar que otros piensen diferente, tengan principios de vida feliz diferentes
a los míos, por lo que el interés en los proyectos y en su comprensión, despierta la disposición
por ayudarles a llevarlos adelante” (Cortina, 2009: 202).
Del mismo modo, se precisa un especial énfasis en el valor de la solidaridad, al que
Cortina le adjudica el poder para cohesionar y entretejer lazos de fraternidad, así como el
despliegue de vínculos sólidos que hagan posible la emergencia del interés en volverse co-
participe de la vida del otro, de sus iniciativas, de las posibilidades de integración sinérgica
de esfuerzos en torno al sobrevivir bien; esto implícitamente se entiende como el eslabón