Revista de Filosofía
Vol. 41, Nº107, 2024-1, (Ene-Mar) pp. 44-52
Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela
ISSN: 0798-1171 / e-ISSN: 2477-9598
Esta obra se publica bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional
(CC BY-NC-SA 4.0)
https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/
Pluralismo, individualidad y democracia en la época de las redes
sociales
Pluralism, individuality and democracy in the age of social networks
Sheila López Pérez
ORCID: https://orcid.org/0000-0003-4198-6884
Universidad Isabel I
Burgos -España
sheila.lopez@ui1.es
DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.11138011
Resumen
El presente texto tiene un objetivo: rastrear las vías por las que las redes sociales nos acercan
y nos alejan de la construcción de la democracia. Con miras a ello, pasaremos por cuatro
estaciones: en primer lugar, analizaremos el papel de las redes sociales en los asaltos a la
democracia de los últimos años. En segundo lugar, señalaremos la importancia del
desarrollo de la individualidad a la hora de construir una democracia. En tercer lugar,
examinaremos la relación entre democracia y pluralismo de los valores, y también
rescataremos el valor de la convivencia como piedra mosqueta en dicho ensamblaje. Por
último, esbozaremos el estado de la cuestión de las redes sociales y el tipo de sujeto creado
por ellas en la actualidad.
Palabras clave: Democracia; individualidad; pluralismo; red social; fake news.
Abstract
This text has one objective: to trace the ways in which social networks bring us closer to and
further away from the construction of democracy. With a view to this, we will go through
four stations: first, we will analyze the role of social networks in the assaults on democracy
in recent years. Secondly, we will point out the importance of developing individuality when
building a democracy. Thirdly, we will examine the relationship between democracy and
pluralism of values, and we will also rescue the value of coexistence as a musket stone in said
assemblage. Finally, we will outline the state of the question of social networks and the type
of subject created by them today.
Keywords: Democracy; individuality; pluralism; social network; fake news.
_______________________________
Recibido 30-10-2023 Aceptado 11-01-2024
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1. Introducción
Podríamos aventurar que en la actualidad existen dos barbaries que amenazan a la
humanidad: por un lado, la vieja barbarie, perpetuada desde tiempos inmemoriales, que se
traduce en dominación, intolerancia y odio, y que apoyada en los nuevos medios de
comunicación y las redes sociales, nos invade con sus quimeras y sus fanatismos. Por otro
lado, la barbarie fría del cálculo y del beneficio económico que domina a lo largo y ancho del
mundo. Ambas barbaries están relacionadas, pues la segunda es una extensión y a la vez una
herramienta de la primera, y traduce la atemporal explotación del ser humano por el ser
humano en carrera tecno-económica tan naturalizada como legalizada.
Los ancestrales mecanismos de la exclusión y la intolerancia han sido heredados e
introducidos en la época más abierta y progresista de la historia, y esto porque los gobiernos
democráticos parecen ser compatibles con la ausencia de pensamiento crítico, la difusión de
datos sesgados y el fomento del sectarismo. De esta forma, lo que podría ser el comienzo de
un paradigma social inédito apoyado en ciudadanos capaces de leer una realidad cada vez
más compleja se está viendo secuestrado, de forma reiterada, por oleadas de lecturas
simplistas que bloquean la visión de la complejidad y el pluralismo social. La emergencia
también reiterada de individuos valientes que no decaen en su lucha por la libertad, el
progreso y la convivencia permite, no obstante, que la esperanza siga teniendo cabida.
El objetivo del presente texto es presentar dos hechos que consideramos de severa
importancia en el presente: por un lado, el hecho de que las redes sociales son un
instrumento al alcance de cualquier uso y discurso. Por otro lado, el hecho de que la época
actual, aunque en apariencia alejada de épocas pretéritas, corre el peligro de regresar y
perder el progreso logrado si los ciudadanos no se hacen cargo, de manera personal e
intransferible, de sus democracias. El rescate de la noción de pluralismo de los valores,
nacida con Weber y desarrollada por Berlin, nos ayudará a entrever las condiciones
necesarias para que una democracia -en este caso digital- pueda subsistir. Señalar el peligro
incondicional de las ideas incondicionales, en otros tiempos religioso-metafísicas y
actualmente difundidas a través de las redes sociales, será la vía para apuntar a la única idea
cuya incondicionalidad es beneficiosa a toda la humanidad, y no solo a una parte: la de la
convivencia.
La investigación desemboca en una conclusión: la labor del pensamiento individual
es insustituible e innegociable en una sociedad democrática, pue se erige como la única
forma de alejarnos de fanatismos y populismos pero también de la trampa, cada vez más
naturalizada en nuestros días, de quedar atrapados en nuestra propia esfera digital auto-
creada. Una esfera en la que dejamos entrar únicamente personas y opiniones con valores
afines a los nuestros.
Cuando los grupos extremistas, los lobbies y otros colectivos de poder hacen uso de
las plataformas digitales de manera intencionadamente sesgada, y esto se junta con una
educación en decadencia -pues los mismos grupos presionan a los gobiernos para fomentar
el pensamiento cortoplacista-, los ciudadanos quedan desprovistos de las herramientas
conceptuales necesarias para rastrear la información con la que se les bombardea cada día.
Es por esto que la difusión del pensamiento crítico -y por lo tanto su consecuencia, el
desarrollo de la individualidad- se torna crucial para que los individuos no caigan en la
tendencia de abrazar populismos como respuesta a los problemas de la democracia y se
alejen, a su vez, del otro peligro que asola a la democracia: la reclusión en esa esfera digital
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auto-creada que es incompatible con el pluralismo de los valores y el mantenimiento de la
convivencia.
2. Asaltos a la democracia planeados en redes sociales
Partamos de un hecho esperanzador: que una persona tenga derecho a exigir que se
le aplique la ley, hace tres siglos, era algo impensable. Hoy es una idea tan poderosa y
asentada que ha provocado la caída de los gobiernos más fuertes, autárquicos y
aparentemente infranqueables del planeta. Van echando raíces las ideas de que existe algo
como un “gobierno mejor”, que es el democrático, que los seres humanos han de ser
inviolables en su dignidad individual y que puede haber un consenso general sobre el lugar
hacia el que una sociedad justa debería tender. Estas ideas, conquistadas a partir de la
Modernidad, están tratando de ser trasladadas a una época en que las redes sociales
determinan los modos de pensar, vivir y convivir de los individuos, una época cuyas normas
-escritas y no escritas- están aún en ciernes. El camino para la preservación de dichas ideas,
no obstante, está siendo perseguido, luchado y en muchas ocasiones caminado.
Ahora vayamos al extremo opuesto y presentemos un hecho desesperanzador:
fácilmente podemos localizar países que dan por sentado que son democracias y que están
perdiendo de vista los objetivos de la democracia. Aquí podrían encajar Brasil y Estados
Unidos tras los asaltos al Congreso y al Capitolio perpetrados por bolsonaristas y trumpistas,
respectivamente. En estos “asaltos a la democracia” (2023), tal y como los denomina
Antonio Martínez, las redes sociales han jugado un papel fundamental: primero, ser medios
de transmisión de directrices para aquellos que desean participar en el asalto -tal y como
recoge el artículo El asalto a Brasilia se organizó abiertamente en internet (2023)-.
Segundo, captar aliados que en principio no pertenecían al grupo de asaltantes a través de
informaciones sensacionalistas que infunden miedo e inseguridad. Tercero, ser medios de
retransmisión de los hechos. Se trata de eventos altamente mediáticos que, en cierto sentido,
son creados para su retransmisión, pues esta confirma y retroalimenta la idea de caos e
inestabilidad social que intenta difundir. Estos eventos componen un nuevo tipo de anti-
democracia, diferente a las acaecidas durante el siglo pasado, pero tan nociva y reaccionaria
como aquellas. La denuncia de la diversidad como causa de la inestabilidad social, la
manifestación de quién debe estar en el poder para arreglar dicha situación y el paternalismo
sobre el pueblo componen el hilo que conecta dichas anti-democracias a través de los siglos.
A pesar de estos vaivenes y retrocesos, las ideas alcanzadas durante los últimos dos
siglos que mentábamos más arriba -derechos, libertades, justicia- no se pierden, si bien
quedan ocultas y parecen tambalearse durante algunos periodos y eventos. Reiteradamente
se da un mismo proceso dialéctico. Consiste en que una idea nueva -o una antigua, en una
forma nueva- es defendida por una minoría mientras que la mayoría se opone y se resiste.
La minoría desarrolla esta idea, al principio de manera velada, luego de manera más abierta,
con cada vez más apoyo hasta que esa idea que al principio era sediciosa, intolerable y
perversa se va transformando en lo que es conocido como "opinión colectiva", y es querida
y atesorada por la mayoría. Este proceso dialéctico se afianza hoy en día a través de las redes
sociales. En la actualidad tenemos varios ejemplos activos, entre los que se encuentran la
jornada laboral de cuatro días semanales (Ayudas a empresas que apliquen la jornada
laboral de 4 días en España: las condiciones del Gobierno, 2023), el teletrabajo (Dos años
de la ley de teletrabajo: solo el 9% de los empleados lo tiene regulado, 2023) o la fiscalidad
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mínima del 15% de las grandes empresas (Fiscalidad internacional: el Consejo llega a un
acuerdo sobre un nivel nimo de imposición para las empresas más grandes, 2022).
Todas estas ideas ya han hecho su aparición en el espectro público y va a ser difícil dar
marcha atrás respecto a ellas; no obstante, ante la resistencia dialéctica de ese otro extremo
de la población que se niega a instaurarlas, es necesario seguir luchando por evidenciar su
necesidad.
3. La educación humanista en la sociedad digital
Para poder aprender algo de lo que pasó durante el último siglo, laboratorio del
cambio social, necesitamos cierta perspectiva, desapego y conocimiento teórico que nos
permita interpretar sus eventos. Si no los recorremos de forma compleja y profunda,
corremos el riesgo de que aquellas estrategias utilizadas hace muy poco tiempo sean
utilizadas de nuevo. Tal y como indicaron Horkheimer y Adorno a mediados del siglo pasado
(1956: 52), es precisamente el conocimiento teórico el que hace posible relativizar la
información pretendidamente completa -y por lo tanto falsa, pues hace pasar por total
aquello que es una lectura parcial- que nos presentan cada día los medios de comunicación
como lectura oficial de lo ocurrido.
En la época de la sociedad digital, sigue siendo el conocimiento teórico el único capaz
de analizar los datos que bombardean las redes sociales y dar un paso hacia la verdad, que
nunca es simple y mucho menos unidimensional -pues tal y como dijo Aristóteles, el ser se
dice de muchas maneras (2014, IV: 2)-. Desarrollar el pensamiento crítico significa ser
conscientes de que el conocimiento es mucho más amplio que el pseudo-conocimiento de
los datos cerrados y pretendidamente completos. No aprendemos nada acerca de nada,
nunca, cuando estamos en tal inmersión de una lectura unidimensional de la realidad que
no queremos rastrear el resto de sus caras (Marcuse, 2016: 27).
A los niños y adolescentes se les debería enseñar historia no como se hace en la
actualidad, es decir, como el registro de acontecimientos ocurridos hace mucho tiempo que
debemos conocer por alguna razón difícil de explicarles. Se les debe enseñar que la historia
no es lo que ocurrió, sino las estratagemas que heredan los que están en el poder a menos
que el resto aprenda a detectarlas. O lo que es lo mismo, lo que puede volver a ocurrir y
probablemente ocurra si olvidamos cómo, y a través de qué estrategias, ocurrió. La filosofía,
la literatura y las ciencias sociales deben enseñar, a través de arquetipos y de la promoción
de un pensamiento complejo que nos capacite para interpretarlos -alejándonos de su lectura
literal-, cómo ser ciudadanos y cómo ser seres humanos. De la psicología y las ciencias
naturales podemos aprender cómo contemplarnos a nosotros mismos y al lugar que
ocupamos tanto en la naturaleza como en la sociedad. Desgraciadamente, parece que el
currículum educativo va en dirección contraria: hacia el aprendizaje de lo que es funcional y
rentable en una etapa temporal de la técnica, y nada más. Cada vez más generaciones están
siendo educadas para actuar en el corto plazo, tal y como se explica en la noticia Sobre el
decreto para eliminar la Filosofía y la Historia cronológica en las aulas (2022).
Contrariamente a lo que cree el pensamiento técnico-instrumental, a largo plazo lo
que es útil es lo que sobrevive, lo que revive, lo que vuelve a la vida en diferentes formas y
contextos. Puede parecer que las personas instruidas para emplear con eficiencia las últimas
tecnologías son la élite del mundo; sin embargo, a largo plazo son las personas preparadas
para tener ese punto de vista que solía llamarse humanista, una perspectiva que analiza no
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solo de forma multidimensional y distanciada, sino que es capaz de esperar lo inesperado,
las que ostenten la única labor inalcanzable para las máquinas. Simplemente porque
comprenden más de lo que tienen delante.
Hoy vemos el precio que paga una sociedad que, mientras minusvalora la utilidad de
las humanidades, ampara y potencia el pensamiento instrumental y unidimensional. Es
paradigmático el caso de China, tal y como muestra la noticia Capitalismo digital, el nuevo
rostro del antihumanismo corporativo (2021). Se está evidenciando lo que ocurre en las
sociedades que se permiten osificarse en pautas cerradas de pensamiento y por lo tanto de
praxis, o lo que es lo mismo, en una lectura monoenfoque de la realidad -en este caso, el
desarrollo tecnoeconómico -. Una lectura que solo hace uso de una de las muchas caras que
la realidad contiene.
4. La importancia de la individualidad en una democracia
Tener conocimiento de la indeterminación de la realidad y la necesidad de hacerse
cargo de su construcción es crucial para mantener una democracia. Esto significa que los
ciudadanos necesitan entrar en conciencia de su responsabilidad en dicha construcción si
quieren que su democracia pueda funcionar. Las sociedades cuyos individuos conozcan su
capacidad demiúrgica serán las que marquen la dirección del resto de sociedades, pues en la
era digital, la facilidad para hacer llegar información desde cualquier punto hasta cualquier
punto puede suponer tanto la democratización de la información -y, por lo tanto, de poder
intervenir la sociedad, pues al fin y al cabo el conocimiento es poder- como, en el extremo
opuesto, el sometimiento de la sociedad a una única lectura de la realidad difundida desde
el Poder.
En retrospectiva, podemos ver la gran influencia que tienen las personas concretas,
las ideas concretas y los eventos concretos aun en contextos en los que la lectura oficial
hablaba de perennidad y necesidad. Son los individuos y las ideas los que cambian las
sociedades, los que dan a nacer nuevas realidades y los que, resistiendo ante la opinión
establecida, denuncian lo intolerable, por mucho que esté naturalizado. Esto es tan cierto en
las sociedades actuales -que, a pesar de ser democráticas en gran parte del mundo,
conservan la tendencia a la opinión colectiva y a sospechar de lo diferente- como en las
sociedades más opresivas y dogmáticas del pasado.
El individuo que cultiva y complejiza su pensamiento, que resiste a las presiones de
grupo y que es capaz de relativizar su época es el único capaz de conservar esa fuerza humana
necesaria para cambiar la sociedad. Pues cuando los individuos se dejan enclaustrar en lo
presente, no dan cabida a que aparezca lo inesperado, tal y como apuntó Heráclito: “Si no se
espera lo inesperado, no se lo hallará” (Eggers Lan, 1986: 387). No hablamos de individuos
excéntricos ni de personajes novelescos; hablamos de quienes reflexionan de manera
personal -y no asumida desde fuera- acerca de lo que ocurre a su alrededor, de los que buscan
información acerca de los datos, de los que estudian cómo actúa el ser humano tanto a nivel
individual como a nivel colectivo. Esta clase de individuos son los que hacen avanzar a la
humanidad en tanto en cuanto se alejan de lo naturalizado y se acercan a las posibilidades
de lo real, que son muchas más que lo realizado. En nuestra opinión, una sociedad
inteligente haría todo lo posible por producir semejantes individuos y no, como tan a
menudo ocurre, por suprimirlos.
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5. Educar en el pluralismo de los valores
Debemos ser conscientes de que cada grupo, ideología, cultura y/o religión tienen su
propia lógica y sus valores-guía, y que esto conduce, muchas de las veces, a una
confrontación inevitable entre valores. Cada grupo plantea de manera diferente las
posiciones básicas que el ser humano debe adoptar ante el mundo y ante su propia vida. El
científico, el empresario, el artista y el líder político tienen, cada uno de ellos, su propia
‘legalidad’ y actúan acorde a ella. Sin embargo -y esto es lo que trataremos de defender en
este epígrafe-, el pluralismo de los valores no condena, como los reaccionarios intentan
hacernos creer, al relativismo. Tal y como supo localizar Max Weber (2010), solo cabría
hablar de relativismo si partimos de la posición metafísica de una verdad universal, sin la
cual como referencia estamos abocados al relativismo y al “todo vale”. Si no aceptamos la
existencia de un valor supremo -objetivo, universal y evidente-, nos encontramos abocados
a la libertad de elección y al deber de construcción, pero no -al menos no necesariamente- al
relativismo. La diferencia entre ausencia de referencia y ausencia de referencia metafísica
marca la línea entre el relativismo -la imposibilidad de determinar una referencia- y la
democracia -la necesidad de determinar una referencia-.
Los valores, tomados en su abstracción, pueden parecer absolutos, tautológicos e
inconmensurables entre sí, pero ni el mundo social ni los individuos lo son. La mezcolanza
de ideas, pasiones, perspectivas, emociones y conceptos que nos componen es tan inmensa
como contradictoria (Adorno, 2005: 96). Este hecho, verificable en cada una de nuestras
experiencias vitales, debería ser suficiente para hacernos menos dogmáticos y más
humanistas, es decir, mejores comprensores de la condición humana -que es cambiante,
compleja e inclausurable-. También debería impedirnos ver los otros valores como un
mundo completamente ajeno al nuestro -pues tal y como dijo Terencio, homo sum, humani
nihil a me alienum putomuro-. La comprensión de otras lógicas debe ser inherente a la
educación en la democracia. Sin esto, la democracia, necesariamente ligada al pluralismo,
está capada de antemano.
Los conflictos entre los valores tomados en abstracto, tal y como apuntábamos, son
inevitables por la inflexibilidad de sus fronteras -esas que solo existen en la teoría-. No hay
ninn “patrón superior” que permita convertir los valores de una esfera a otra. Sin
embargo, los individuos pueden relativizar los valores que los habitan -o lo que es lo
mismo, localizar su contingencia- y subsumirlos a una esfera superior, elegida por ellos: la
de la convivencia.
Que existan diferentes valores desemboca en una situación crítica para el individuo.
Tener que elegir es la condena del ser humano, tal y como apuntó Sartre (2007: 41), y Weber,
por su parte: Cada acción concreta importante y toda la vida en su conjunto significa (…)
una cadena de decisiones últimas, con las que el alma elige su propio destino, es decir, el
sentido de su ser y su hacer” (Weber, 2010: 507-508). La elección y la decisión de cada ser
humano va a transformarse en su individualidad. Tras dar muerte a Dios, el sujeto se
encuentra arrojado a mismo en la pregunta de con qué valores debe comprometerse
(Nietzsche, 2017: 184). Partiendo del pluralismo de las ideas y de sus distintas y
contrapuestas lógicas de funcionamiento, la democracia se torna entonces el reino de la
libertad y, por tanto, la necesidad de poner la convivencia en primer lugar es el único modo
de que la libertad no devenga anarquía. Hipostasiar la convivencia como condición
apriorística del pluralismo, inherente a la democracia, es la única forma de salvar esta
última.
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La aceptación de la pluralidad de valores implica aceptar que los otros pueden tener
ideales diferentes a los míos siempre y cuando todos nos subsumamos al valor supremo
elegido: el valor de la convivencia, valor sine qua non la democracia no es posible. Esto
significa que no se puede operar en la esfera blica con valores de carácter absoluto. Ya
Weber indicaba que comprender un juicio de valor, es decir, comprender sus fundamentos,
no es sinónimo de aceptarlo, excusarlo o justificarlo. Además, la comprensión no tiene por
qué llevar a un acuerdo entre los valores en discusión. No existe procedimiento científico
que pueda suministrarnos la solución a las cuestiones de la moral (Weber, 2009: 51). El
pluralismo niega que las cuestiones morales tengan una sola respuesta “verdadera”. Niega
asimismo que haya un camino racional hacia el descubrimiento de estas verdades. Y niega,
por último, que las respuestas “verdaderas” tengan que ser compatibles con otras respuestas
“verdaderas”, formando una especie de sistema cartesiano racional, claro y distinto.
Isaiah Berlin, en la línea de Weber, señalaba que si bien los valores son
inconmensurables en abstracto -y por lo tanto no se pueden jerarquizar, pues cada uno juega
con una lógica apodíctica e incondicional-, se los puede jerarquizar en el caso concreto.
En cada situación concreta hay lugar para la elección razonada, más que para la elección
racional: “la situación concreta es casi todo” (Berlin, 2017: 46). La solución a los conflictos
entre valores consistirá frecuentemente en un “compromiso algo reprobable desde el punto
de vista lógico, flexible e incluso ambiguo, pero que hay que aceptar porque con un fuste tan
torcido como es el hombre no se puede conseguir nada completamente derecho” (Berlin,
2018: 18). Tal y como apuntábamos más arriba, los valores tomados en abstracto son puros,
coherentes y absolutos, pero los individuos no lo son. En este sentido, son los individuos los
que deben entrar en conciencia de sus propias contradicciones y maleabilidad para así poder
negociar con los valores de los otros. Negociar en el sentido etimológico -del latín negotiari,
el cual significa "ajustar el valor de algo"; en el caso que nos ocupa, decidir cuál es el valor
supremo a partir del cual negociaremos el resto de valores-, y no en el sentido mercantil.
El pluralismo de los valores requiere que los individuos piensen que se pueden
combinar unos valores con otros, pues de lo contrario corremos el riesgo de no dejarnos
empapar por lo que está a nuestro alrededor. El pluralismo necesita, por tanto, la práctica
de ciertas “virtudes” democráticas que preparen al individuo para convivir en la diversidad.
Poseer sentido de la realidad, darle relevancia a la particularidad de la situación -o lo que es
lo mismo, no utilizar las normas de manera incondicional, abstracta y apodíctica- y dar
prioridad a la flexibilidad para crear convivencia son las tres virtudes más importantes de la
democracia.
Esto se aleja radicalmente del relativismo y más aún del “todo vale”, pues para lograr
la convivencia entre valores valen muy pocas cosas. La humanidad tiene capacidad para
adoptar otras lógicas y, por lo tanto, para convivir con otros paradigmas. Este ejercicio de
comprensión se puede y se debe trasladar a las redes sociales, de modo que creemos una
sociedad digital en la que la pluralidad, la complejidad y la comprensión nos vacunen contra
la tendencia a enclaustrarnos en un único perfil de valores.
6. Conclusiones
La aparición de las redes sociales ha provocado que nuestra forma de relacionarnos
con los otros haya cambiado de forma radical. Mientras que en tiempos anteriores solíamos
relacionarnos por cercanía geográfica -el barrio, la comunidad de vecinos, el trabajo, etc.-,
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ahora podemos conectar con gente de todo el mundo que tiene nuestros mismos valores.
Asimismo, podemos "desconectar" de la gente inmediatamente cercana si no compartimos
valores
1
con ellos. Esto implica que nuestro sesgo cognitivo se hace mayor a medida que
ponemos nuestros valores como requisito inicial para empezar a relacionarnos con otra
persona.
En otras épocas, nos relacionábamos con las personas geográficamente cercanas
porque, si no, no nos relacionábamos con nadie. Sin Internet, las personas lejanas no eran
una opción. Necesitábamos establecer relaciones con gente de nuestro entorno para poder
convertirnos en seres sociales y completos. Esto tenía sus inconvenientes -como vernos
obligados a tratar con la cercanía, quisiéramos o no- pero también tenía sus ventajas, como
un mayor sentimiento de pertenencia al lugar donde nos encontrábamos, la obligación de
escuchar a personas con opiniones y gustos diferentes a los nuestros o la conexión
inesperada con personas con las que, a priori, no compartíamos nada. De esta forma, nos
veíamos obligados a salir de una esfera delimitada por nosotros mismos y a entrar en el
mundo social, que es inevitablemente plural y diverso. Sin la opción de poder elegir a medida
con qué personas crear comunicación, adquiríamos una variedad de perspectivas y
opiniones que hoy en día, con el bloqueo en las redes sociales, el seguimiento exclusivo a
personas con las que compartimos valores o la desconexión con lo inmediatamente cercano
no adquirimos.
Cuando todos aquellos que nos rodean están tintados por nuestro mismo discurso,
pues son los que hemos dejado entrar en la esfera que hemos creado, nuestro discurso no se
tiene que topar de nuevo con un discurso diferente: se puede reproducir infinitamente sobre
sus propias bases. La posibilidad de elegir al milímetro qué ideas escuchar y cuáles no; la
posibilidad de bloquear a todo aquel que opina diferente a nosotros; todo ello nos enclaustra
en el discurso de unos valores concretos y nos impide el acceso a una realidad que, lo
queramos o no, es diversa y está en constante transformación. Y cuando tenemos que mirar
hacia la realidad y escuchar el discurso de otros valores, desembocamos en la cultura de la
intolerancia, la cancelación y el odio.
Decía Gabriel Tarde que era de temer el hombre de un solo periódico (Tarde, 1989:
53), en aquella época en la que no aún existían las redes sociales. ¡Qué decir entonces del
hombre de un solo influencer!
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1
Recordemos que los valores, tal y como hemos analizado a lo largo del texto, no son ni puros, ni cerrados, ni
estáticos, ni completos. Aquí radica la trampa de delimitar a quién dejamos entrar en nuestra esfera personal:
en que los valores que componen nuestra esfera personal, y que de hecho son nuestra esfera personal, son
volátiles, vaporosos y perecederos.
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periódico de España. (https://www.epe.es/es/activos/20221113/ley-teletrabajo-segundo-
aniversario-78522297)
2023. El asalto a Brasilia se organizó abiertamente en internet. Los Ángeles Times.
(https://www.latimes.com/espanol/internacional/articulo/2023-01-12/el-asalto-a-brasilia-se-
organizo-abiertamente-en-internet)
REVISTA DE FILOSOFÍA
Nº 107 2024 - 1 ENERO - MARZO
Esta revista fue editada en formato digital y publicada en marzo de 2024, por el
Fondo Editorial Serbiluz, Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela
www.luz.edu.ve www.serbi.luz.edu.ve
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