Ângela Camana y Jalcione Almeida
La temática ambiental, impulsada por el crecimiento de movimientos sociales y por políticas específicas alrededor del mundo, viene ganando fuerzas en el espacio académico. Poco a poco también el periodismo adopta el "medio ambiente" como el orden del día, aunque todavía a través de eventos tales como catástrofes y desastres naturales, cuando no temas menos urgentes como curiosidades de la fauna y flora. Considerando el periodismo como un discurso y como una forma de conocimiento sobre el mundo, este artículo, con perfil ensayístico, refiere a las posibilidades de construcción de un periodismo ambiental. Para ello se presentan distintos enfoques del ambiente a partir de diferentes matrices teóricas, dentro de ellas el Realismo, el Construccionismo y propuestas Posconstruccionistas. Se concluye que es necesario delimitar lo que se entiende por ambiente cuando se habla de periodismo ambiental, porque las diferentes perspectivas teóricas evocan sentidos bastantes diversos; los cuales tienen implicaciones en su concepción y práctica.
Recibido: 15-01-2017 / Aceptado: 21-02-2017
La reflexión que dio origen a este texto fue presentada en el III Encuentro de Investigadores en Periodismo
Ambiental realizado en São Paulo (SP), Brasil, entre el 22 y el 25 de octubre del 2015
* Universidade Federal de Rio Grande do Sul. Porto Alegre, Brasil.
E-mail: angela.camana@hotmail.com / jal@ufrgs.br
Environmental Journalism and
possible «environments»
The environmental theme, driven by the engagement of social movements and by specific policies around the world, has been gaining strength in the academic space. Little by little journalism also adopts the "environment" as an agenda, even if it is through events such as natural disasters and catastrophes, when not due to "cold agendas" that address curiosities of fauna and flora. Considering journalism as a discourse and as a form of knowledge about the world, this article, with an essay disjointed profile, reflects on the possibilities of building "Environmental Journalism." To this end, it presents different approaches to the "environment" from different theoretical matrices, among them Realism, Constructionism, and Post-constructionist proposals. It is concluded that it is necessary to define what is meant by environment when speaking of Environmental Journalism, because the different theoretical perspectives evoke quite diverse meanings - both of which have implications for its design and practice.
environment
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camana-y-almeida.html
Jornalismo ambiental e os “ambientes” possíveis
A temática ambiental, impulsionada pelo engajamento de movimentos sociais e por políticas específicas ao redor do mundo, vem ganhando força no espaço acadêmico. Aos poucos também o jornalismo adota o “ambiente” enquanto pauta,
mesmo que ainda pela via de acontecimentos como catástrofes e desastres naturais, quando não por “pautas frias” que abordam curiosidades da fauna e da flora. Considerando o jornalismo como um discurso e como uma forma de conhecimento sobre o mundo, este artigo, com perfil ensaístico, reflete sobre as possibilidades de construção de um “Jornalismo Ambiental”. Para tanto, apresentam-se distintas abordagens do “ambiente” a partir de diferentes matrizes teóricas, dentre elas o Realismo, o Construcionismo e propostas pós-construcionistas. Conclui-se que é necessário delimitar o que se entende por ambiente ao se falar de Jornalismo Ambiental, pois as diferentes perspectivas teóricas evocam sentidos bastante diversos – os quais têm implicações na sua concepção e prática.
No obstante que problemas ambientales siempre han existido, es a finales del siglo XX que pasan a ser un objeto de interés diferenciado: a partir de la década 1960, el planeta parece haber adquirido una especie de “sensibilidad ecológica”. En término político más generales se configura una cuestión ambiental, en la cual el ambiente es (re)significado por las sociedades de las más diversas formas. Desde una crítica al capitalismo y al poderío de la tecnociencia, los movimientos de contracultura contribuyen a colocar en jaque las relaciones establecidas entre sociedad y naturaleza. Así, se observa que es de la esfera civil que surgen las reflexiones que se incorporan al espacio académico institucional. Hay que citar la creación del Día de la Tierra, en 1970, como un marco de discusiones ecológicas, eue discurren especialmente en los países del Norte global.
En un contexto de efervescencia que diversas esferas sociales pasaron a incluir la dimensión ecológica en sus pautas; tejiendo relaciones principalmente entre el crecimiento de las naciones y “recursos naturales” ya escasos. La publicación más conocida que arroja luces sobre el asunto data de 1972: el relatorio Meadows (los límites al crecimiento). El documento, patrocinado por el Club de Roma, trae las conclusiones de un estudio desarrollado por investigadores del Massachusette Institute of Tecnology (MIT), que buscó estimar el tiempo necesario para el agotamiento de los “recursos” del planeta en el caso de que las tendencias de crecimiento de la producción y el consumo se mantuvieran iguales (Porto-Goncalves, 2012). Ese mismo año, las Naciones Unidas convocaron la conferencia de Estocolmo, en Suecia, primer encuentro internacional en el cual el debate se concentró en la cuestión del ambiente –en la convicción que éste fuese evocado siempre en su relación en su relación con desarrollo y crecimiento. Igualmente en 1972, en el marco de las discusiones de Estocolmo, la ONU creó el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), entidad que en 1983 lanzó el relatorio Brundtland,
también conocido por “Nuestro Futuro Común”: es en este documento que se populariza el concepto de “desarrollo sustentable” (Reclift, 2002), a partir del cuestionamiento de los modos de vida desiguales de las diferentes naciones y criticando el consumo más allá de lo soportable por los ecosistemas.
Del mismo modo que cuestiones ambientales pasan a ser incorporadas institucionalmente, la reflexión se traslada al dominio de la ciencia, donde cada área de conocimiento se interroga acerca de la importancia de sus perspectivas y como los objetos de investigación comenzarían a incluir también la naturaleza, que hasta entonces estaba relegada apenas al dominio de las ciencias naturales. En las ciencias sociales, hasta entonces preocupadas en las relaciones de los humanos entre sí, surgen enfoques teóricos y metodológicos bastantes diferentes para la aprehensión de los fenómenos naturales y sus efectos en las sociedades.
Tal reflexión llega también al periodismo que, de diversas maneras, comienza a considerar el ambiente en su labor. A partir del final de la década de 1990, periodistas de todo el mundo empiezan a organizarse en asociaciones temáticas, construyendo espacios de debates y perfeccionamiento profesional: en el ámbito global la mayor entidad es La Sociedad de Periodistas del Medio Ambiente de los Estados Unidos. En Brasil, en 1998 fue fundada la red brasileña de periodismo ambiental (RBJARBJA), la cual tuvo papel fundamental en la constitución de la Red de Comunicación Ambiental de América Latina y el Caribe (RCalc) dos años más tarde. Se establecen, también, organizaciones como la Asociación de Periodistas de Información Ambiental de España (APIA) y la portuguesa Asociación de Reporteros de Ciencia y Ambiente (ARCA). Independientemente de las maneras como las prácticas profesionales han sido modificadas, el debate redunda en la producción de conocimientos en este campo, pues los investigadores pasan a reflexionar sobre lo que debe ser llamado “periodismo ambiental”. Observando los diversos trabajos que se asocian al tema2, se ve que gran parte de ellos propone una amplia discusión sobre el periodismo, esto es, como conceptuarlo y discutirlo. Mientras son pocas las investigaciones que explican lo que es ambiente.
Comprendiendo que Ambiente se configura como una categoría fundamental para la propuesta de un periodismo ambiental, se piensa necesario delimitar el término. De este modo, el objetivo de este trabajo es, a partir de la relación entre Sociedad y Naturaleza, discutir las posibilidades acerca de la noción de ambiente y sus relaciones con el propio periodismo. Por lo tanto, este trabajo está dividido entre tres ejes principales.
En la primera parte de este texto, a fin de presentar la producción reciente sobre “Periodismo Ambiental”, se explora brevemente el concepto de periodismo adoptado, a saber: una forma de conocimiento sobre el mundo (Medistsh, 1992, 2004; con Genrd Filho, 1989), la cual es atravesada por discursos que se unen o se confrontan (Charaudeau,
Esta observación proviene del proyecto “El Estado del Arte de la investigación en Periodismo y medio Ambiente y Periodismo Ambiental en Brasil”, realizada por el Grupo de Pesquisa em Jornalismo Ambiental CNPq-UFRGS entre 2011 e 2014. El estudio mapeó 101 trabajos sobre periodismo ambiental desarrollados en Brasil entre 1987 e 2010. Parte de los resultados pueden ser consultados en Girardi, Loose e Camana (2015).
2009). En un segundo momento, se traza un panorama de la comprensión de que es lo es Ambiente en Ciencias Sociales y se averiguan sus articulaciones como una práctica periodística. Dentro de las diferentes matrices teóricas, se destacan el Realismo (Catton y Dunlap, 1978), perspectivas de cortes construccionistas (Beck, 2011; Giddens, 1991; Hannigan, 2012) y también abordajes que pueden ser considerados pos-construccionistas (Descola, 2011; Latour, 2000, 2013; entre otros). A modo de conclusión se sugiere que es posible concebir el “Periodismo Ambiental” de tantas maneras como son las interpretaciones del ambiente: se defiende, entre tanto, que éstas sean siempre explicadas, visto que las diferentes perspectivas tienen implicaciones en la comprensión y en la práctica del Periodismo Ambiental. Con esto no se desea asumir una posición normativa ni encerrar este debate, más bien se espera lanzar pista que contribuyan a la construcción de lo que es el Periodismo Ambiental y sus potencialidades.
Aunque este artículo propone una revisión teórico-bibliográfica acerca del “Periodismo Ambiental”, cabe explica lo que se entiende aquí por periodismo, dado que son muchas las maneras de comprenderlo. Desde la perspectiva de un oficio, en medio de las concepciones que dan cuenta de las especifidades de esta práctica, son distintos los valores engendrados por cada mirada, así como se tejen diferentes relaciones entre el periodismo y “la verdad” y el “interés público” –los cuales a veces chocan entre sí.
Para no aceptar la posibilidad de una institución totalizante, que opere como la idea de una “verdad” única a fin de reflejar la “realidad” tal como un espejo, se asume aquí una perspectiva de carácter construccionista y discursivo, esto es, el periodismo es una forma entre otras posibles de aprender el/los mundo/mundos y, al mismo tiempo que lo(s) narra, también lo(s) produce. No se ignora, tampoco, la dimensión práctica de este saber-hacer: el periodismo moderno moviliza sujetos en rutinas productivas bastantes específicas, ancladas –tal vez más que por un imperativo ético- por un contexto comercial: situado en un universo de concurrencia, el periodismo hoy es un producto a ser consumido.
Así, se ve al periodismo como una forma de conocimiento, o sea, hay una producción de saber, el cual se distingue por ser transitorio y efímero, pero también así fundamental para las sociedades. Esta perspectiva, sugerida originalmente por Park (2008) desde una matriz funcionalista, es explorada por Genro Filho (1989), que apunta la singularidad como una categoría en la cual se cristaliza el conocimiento proveniente del periodismo, en oposición al universal, que interesaría a la Ciencia y a su modo de percibir el mundo. De forma semejante, Meditsch (1992, 1994) señalaba la especifidad del saber producido por el periodismo, el cual –en función de los valores profesionales que lo orientan y de las propias construcciones de producción- generan narrativas de formas diferenciadas. Lo que permite inclusive que se revelen aspectos dados por hechos en un contexto que otras formas de conocimiento ignoran. De ahí surge una perspectiva de un saber-hacer
sujeto a equívocos e informado de la transitoriedad de las certezas que produce, pues el periodismo es un conocimiento siempre situado.3
En diálogo con esta perspectiva, se defiende la concepción de periodismo como un campo discursivo, inscrito en un universo-discurso mayor. Aunque se hable de periodismo en singular, éste no es asumido como homogéneo o estático, por el contrario, es tomado como un campo (siempre en disputa y asimétrico) en el cual diferentes discursos se confrontan, se alían y –aún- se renuevan (Charaudeau, 2009). Este carácter discursivo colabora a la comprensión mencionada del periodismo en cuanto mecanismo de construcción social, pues éste concibe un espacio público forjado por el mismo. Otra vez, se evidencia la parcialidad del saber producido por el periodismo:
“Todo conocimiento social, y el periodismo es un conocimiento social, involucra determinado punto de vista sobre la historia, sobre la sociedad y sobre la humanidad. Y como Humanidad e Historia son procesos que están en construcción naturalmente no existe un periodismo puramente objetivo, o sea, un periodismo que sea absolutamente neutro” (Meditsch, 1992, 31).
Esta breve revisión es realizada en el intento de resaltar que, no obstante acompañado de un adjetivo, el Periodismo Ambiental es, ante que todo periodismo. El modo como se comprende el periodismo, entonces, tiene impactos en la constitución de este concepto: el Periodismo Ambienta no deja de ser un saber sobre el mundo, ni un producto y una práctica permeados por diferentes discursos, los cuales establecen alianzas o conflictos.
Sin embargo, se observa que pocos son los trabajos en esta temática que explican cuál concepto de Periodismo Ambiental están movilizando: entre 1987 y 2010, apenas 11 tesis y disertaciones defendidas en Brasil, en un universo de 101, tienen esta preocupación (Girardi, Loose y Camana, 2015). Así se tiene que la propia definición de Periodismo Ambiental es una construcción “por venir” y en disputa. A fin de sintetizar esta cuestión, se ha sugerido una diferenciación entre lo que llaman “periodismo de-sobre ambiente” y Periodismo Ambiental (Girardi et Al, 2013); (Giraldi, Loose y Caman, 2015): en cuanto a que primero se sitúa en el dominio del periodismo convencional, teniendo como particularidad únicamente el recorte temático, esto es, aborda pautas “ambientales”, el segundo debería ir más allá de la mera especialización por asunto. Para estos autores,
“El Periodismo Ambiental”, partiendo de un tema específico (más transversal), busca ser transformador, movilizador y promotor de debates por medio de informaciones calificadas en pro de una sustentabilidad plena. Para su concreción, es necesario buscar respaldo en miradas más abarcantes, que posibiliten ver las conexiones, superar la fragmentación reiterada. Se funda, de esta forma, la naturaleza del periodismo especializado con las
Cabe señalar que esta perspectiva se opone a aquellas que ubican en la “objetividad” y en la “neutralidad” la especificidad del periodismo, las cuales por mucho tiempo sostuvieron la práctica profesional y la Teoría del Periodismo – y que aun ahora dominan estas esferas. Sublinha-se que esta concepción no trata de ignorar el compromiso con la “verdad”, sino que pueden existir tantas verdades cuantos sean los actores involucrados.
demandas socioambientales que acaban por arreglar el horizonte de reflexión de los paradigmas emergentes” (Girardi, Schwaab, Massierer y Loose, 2012, 148).
De forma semejante, otros autores defienden que el Periodismo Ambiental debe ser, más que una especialización temática, una forma específica de abordaje: “cualquier información puede tener un enfoque ambiental. Nuestra obligación como periodista ambientales es encontrarlo” (Larena, 2010, 17). En estas propuestas, se evidencia una determinad concepción de periodismo, a través de un deber ser anclado en la práctica y en valores éticos inherentes a la profesión. Sin embargo, no es explorada la noción de ambiente que concierne a esta forma de periodismo, apenas algunas pistas son lanzadas, especialmente a través de la idea de complejidad y no fragmentación. Se argumenta aquí que, el modo como se comprende el periodismo tiene impactos en la constitución de un concepto de “Periodismo Ambiental”, igualmente las distintas maneras de aprehender el ambiente también los tienen. ¿Cómo concebir entonces un quehacer periodístico ambiental?
Si la efervecencia de los debates sobre ambiente se dio principalmente en la década de 1970, también de este período son tributarias las primeras discusiones acerca de la categoría ambiente en las Ciencias Sociales. Los sociólogos americanos Catton y Dunlap fueron los primeros en ventilar la necesidad de la incorporación de cuestiones ecológicas en objeto de investigaciones no necesariamente ambientales: “Esto implica estudiar los efectos del medio ambiente en la sociedad (por ejemplo, la abundancia de recursos o la escasez en la estratificación) y los efectos de la sociedad sobre el medio ambiente (por ejemplo, las contribuciones de los diferentes sistemas económicos a la degradación ambiental”).(1978, 44).
Así, ellos percibieron que los trabajos sociológicos de la época partían de premisas antropocéntricas, encima los autores se empeñaron en la delimitación de dos grandes ejes para las Ciencias Sociales, definidos a partir de la posición ocupada por la categoría Ambiente en el análisis: el HEP (Human Exmptionaliti Paradigm) y el NEP (New Ecological Paradigm). El HEP representa una continuidad de la Sociología ya ejercida. Pues asume la humanidad a partir de las especifidades de sus características culturales que, de algún modo, serían superiores a las biológicas. Ya el segundo modelo, de acuerdo con Fleury, Almeida y Premebida (2014), percibe la humanidad como apenas una especie más partícipe del planeta. Hay en el NEP, entonces, una prerrogativa sistémica, pues apunta hacia la idea de dependencia entre los seres.
Catton y Dunlap (1978), así como gran parte de la tradición teórica por ellos inspiradas, sugieren, a grosso modo, tratar los problemas ambientales como problemas reales. Desde esta perspectiva, se presume una relación de causa y efecto entre las actividades humanas en el planeta y la degradación de la naturaleza, de la cual surgiría el escenario de “crisis ambiental” global vigente.
Esto es, que en esta concepción los problemas ambientales existen y debe ser captados desde su materialidad: aunque hayan sido causados por una sociedad dada, la percepción
de los autores sociales involucrados en alguna medida en cualquier situación específica (o los sentidos por ellos atribuidos al ambiente) no se configura como un asunto para estos autores. Aunque parezca paradójico, para esta tradición teórica de corte realista, la superación de esta coyuntura de crisis se daría también por la intervención humana en la naturaleza: al presumir una realidad objetiva e inequívoca de las cuestiones ambientales, los autores centran la capacidad de identificación y reacción en los sistemas Expertos, es decir, corresponde casi que únicamente a la Ciencia resolver los problemas producidos. El abordaje realista de Catton y Dunlap (1978), a pesar de ser innovador en su interpretación de las cuestiones ambientales no tuvo como preocupación romper con la dicotomía existente entre sociedad y naturaleza. De hecho, aunque haya concebido un diálogo entre estos polos hasta entonces inédito, el realismo, en alguna medida, refuerza la idea de naturaleza y sociedades en lugares ontológicamente distintos: aunque una pueda actuar sobre la otra, no hay espacio en esta perspectiva teórica para que se conciban zonas de contacto.
El periodismo en general, que se defiende aquí, está bastante vinculado a esta manera de aprehender el mundo: sus valores-noticia, inclusive, se pautan por lo real, por el acontecimiento. En otros términos, se puede decir que al periodismo le interesa narrar lo que ve, aunque este punto de vista sea siempre parcial e incompleto. En este sentido, emerge un Periodismo Ambiental pautado por la cobertura de desastres o catástrofes ambientales, como es el caso de deslizamientos de tierra o eventos extremos (mortandad de especies, tsunamis…). En esos casos, el periodismo –desde una mirada estrictamente realista- narra el hecho en sí, danto prioridad a fuentes oficiales o científicas, en busca de explicaciones autorizadas y previsiones futuras. Con esto, se justifica la falta de coberturas más conteptualizadas y sistemáticas de cuestiones menos localizadas –o, algunas, menos concretas-, como es el caso de los cambios ambientales globales o algunas controversias tecnocientíficas (como el caso de organismos genéticamente modificados, por ejemplo).
Mientras las aproximaciones realistas presupone la concreción del mundo (esto es, el ambiente existe y es real), las teorías construccionistas son ancladas por el extremo opuesto: todo es construcción social. Así, no hay nada de real o verdadero sólo por sí, pues las cosas (y el ambiente) sólo se constituyen en construcción: como consecuencia de esto, esta matriz teórica acaba por retirar la hegemonia del conocimiento de la ciencia, la cual pasa a ser percibida desde sus incertidumbres y su carácter situado, lo que lleva a legitimar otros actores hasta entonces silenciados. Hannigan (2012) usa esta dimensión al puntualizar la dinamisidad de los problemas ambientales, pues estos son percibidos y construídos de forma colectiva, involucrando múltiples públicos y argumentos.
“Central a la construcción social de las cuestiones y problemas ambientales es la idea de que ellos no dependen de una serie de criterios fijos, asociales y evidentes. Al contrario, su progreso varía directamente en consonancia con el resultado del éxito de los actores involucrados, como científicos, industriales, políticos, funcionarios públicos, periodistas y activistas ambientales” (Hannigan, 2012, 99).
Desde esta mirada, el ambiente no es más estático y homogéneo, más bien abarca una pluralidad de actores que dotan de sentido igualmente múltiples, los cuales establecen alianzas y conflictos. Pensar asuntos ambientales en una perspectiva construccionista, entonces, implica abandonar la idea de que hay algo real per se. Se abre espacio para observar representaciones y discursos en diferentes esferas, yendo de la producción de certezas científicas a su comunicación por el periodismo, sin olvidar las asimetrías entre los públicos afectados por los problemas y los intereses de los agentes hegemónicos.
Es interesante observar la propia participación del periodismo en la construcción de las cuestiones ambientales, perspectivas, en cierta medida, dialoga con la idea de que el quehacer periodístico en el mundo narra y produce simultáneamente. Desde un abordaje construccionista, al Periodismo Ambiental cabría el reconocimiento de que los acontecimientos tenidos como ambientales no son hechos aislados, más bien son partes de una extensa red de relaciones y sentidos. Es decir, un evento como la mortandad de peces, por ejemplo, sería necesario al periodismo investigar las múltiples causas, oyendo diferentes sujetos e instituciones, sin considerarlos más o menos autorizados a hablar.
Eso implica la ampliación de la variedad de fuentes movilizadas: en el ejemplo señalado, sería necesario consultar los saberes científicos y fuentes oficiales (como órganos gubernamentales), así como los pescadores de la región, habitantes del entorno, industrias próximas y activistas ambientales, en suma, todo aquello que piensa tener (y muchas veces tienen) algo que decir sobre la situación. Al Periodismo Ambiental, entonces, cabe percibir que los sentidos que un acontecimiento engendra son plurales y no necesariamente están de acuerdo: no se trata, con eso, de negar la materialidad/realidad de aquel hecho – principal acusación hecha a la versión construccionista-. Las principales divergencias entre los marcos teóricos construccionista y realista son resumidas por Guivant de la siguiente forma: Los realistas cuestionan a los constructivistas por haber evadido la realidad de los problemas ambientales, cayendo en un relativismo que llevaría a la inacción.
Los constructivistas han respondido que los realistas pierden de vista un aspecto central: cómo y por qué determinados temas pasan en ciertos momentos a ser considerados como “relevantes y reales”. (2002, 74).
Aunque aquí, para efecto de revisión, han sido presentados de modo más simplificados, sin sus matices internos, realismo y construccionismo no son necesariamente abordajes irreconciliables: entre un polo y otro existen miradas más flexibles que las combinan y repiensan. La síntesis teórica presentada hasta el momento, aunque guarden distanciamiento, tienen en común una especie de pertenencia al campo de la “Sociología Ambiental”, sea adoptando o haciendo críticas al marco de la modernidad. Otra posibilidad de reflexión acerca de la temática ambiental están en las propuestas teóricas de Giddens (1991) y Beck (1987, 2011), cuyas ideas han tenido eco en diversos trabajos en los últimos años, inclusive en el campo del periodismo. Sus obras, que parten de una visión construccionista, comparten -de la “modernidad”-4 como el contexto de lectura central
No cabe aqui detenerse en la categoria Modernidad. Para ello se recomendan las lecturas de Giddens (1991) e
Beck (2011).
para las distintas relaciones establecidas en la contemporanidad, inclusive en la relación entre sociedades y naturaleza. No obstante estos autores lleguen a teorías y conclusiones distintas Gidden y Beck tienen en común la postura crítica a la idea de posmodernidad, vinculando sus análisis al contexto moderno: no es su pretensión por tanto romper con tal proyecto, ni buscar alternativas a él.
El cuadro diseñado por Gidden posibilita examinar, el pasaje de un contexto de “baja modernidad”, (también denominada modernidad simple) para “alta modernidad” (o modernidad reflexiva). Esta transformación traería consigo números consecuencias, restructurando las sociedad; las prácticas sociales se reformularían constantemente a partir de los conocimientos por ella desarrollados –lo que generaría la llamada reflexividad-. Ese cuestionamiento permanente de los saberes establecidos da origen a la idea de riesgos, noción que permite señalar la inestabilidad del mundo social. Esto es, el proceso de globalización conducirá a los pueblos a la alta modernidad, en la cual los agentes operan de modo permanentemente reflexivos. Hay, por lo tanto, una tentativa de aproximación entre la estructura y la agencia, aunque el análisis se incline por el lado del individuo: este marco estructuracionista, sin embargo, no parece suficiente eliminar la dualidad entre naturaleza y sociedad, de modo que el pensamiento mantiene las dos esferas/dominios separados.
La propuesta de Beck (2011), a su vez, tiene en los riesgos su categoría central. Estos, entre tanto, son comprendidos de forma diferente a la que apunta Giddens: los riegos surgen de la propia modernidad y son internalizados por las sociedades de alta reflexividad, pues tiene alcance global. O sea, riesgos y reflexibilidad son categorías vinculadas. La sociedad moderna es movida por el deseo continuo de progreso técnico y económico y, conforme al autor: “este nuevo estadio, en que el progreso se puede transformar en autodestrucción, en la que un tipo de modernización destruye a otro o lo modifica, es lo que yo llamo etapa de modernización reflexiva” (Beck, 1997, 12).
La sociedad del riesgo es entonces un proceso y un producto de la modernidad. En esta lógica, la ciencia retoma un papel fundamental en la investigación y en la propia producción de los riesgos. Estos, para Beck, son producidos en escala industrial y son inherentes al crecimiento económico: de ese modo, los riesgos se derraman por el planeta de forma casi homogénea. No obstante que el autor pondere el potencial de reacción de los riesgos no sea idéntico alrededor del globo, hace poco énfasis en las asimetrías sociales. Aún en un cuadro construccionista, pero desde una mirada de la Sociedad de Riesgos, el Periodismo Ambiental amplía su espacio de acción para procesos más amplios, sin necesariamente un hecho o acontecimiento como mecha. Interesante pensar que este abordaje sugiere una revalidación de los propios valores-noticias del periodismo, si mismo un producto de la modernidad.
La cuestión de los riesgos generalizados (y de la consecuente falibilidad de la ciencia) asume carácter central para este periodismo: eventos como la contaminación del agua, por ejemplo, pueden ser abordados desde la idea de que el propio sistema de distribución y tratamiento del agua trae en sí ambigüedades. Esto es, se trata de un sistema que, asumiendo riesgos, moviliza racionalidades distintas –desde el gestor público (que debe garantizar el funcionamiento continuo) al ingeniero (que busca garantizar la potabilidad),
bien como la empresa que presta el servicio (que desea hacerlo minimizando los costos), entre otras. Este cuadro sugiere, además, un Periodismo Ambiental empeñado en una cobertura sistemática de procesos asumidos como invisibles (porque no están situados en un único tiempo y espacio), como los cambios ambientales globales, por ejemplo.
Las teorías revisitadas hasta el momento, además que guardan grandes diferencias entre sí (que tratan lo mismo en objetos y métodos diversos), hacen parte de una misma ontología. Como eje común a estos abordajes está la concepción básica de sociedad y naturaleza asumidas: se trata de dominios diferentes y apartados, aunque dialoguen en alguna medida. En ese sentido, las contribuciones de autores “pos-construccionistas” abren un camino interesante -y de ruptura- para pensar el ambiente, proponiendo, más que un diálogo la existencia de puntos de contactos y así mismo un hibridismo entre sociedad y naturaleza. Esto es, en cuanto vertientes realistas defienden la existencia de dos polos (sociedad y naturaleza), estando el primero determinado por las realidades que manan del segundo, y perspectivas de corte construccionista que invierten esta lógica, postulando que los hechos sólo existen a partir de los sentidos construidos por los agentes, el posconstruccionismo retira de ambas esferas el poder de, por si misma, esclarecer el mundo –o sea, ni lo social, ni lo natural tendrían capacidad explicativa. Así, para esta perspectiva, naturaleza(s) y sociedad(s) no son categorías puras, de modo que no se puede respetar los supuestos límites entre ellas: ni uno ni otra pueden ser tomadas como definitivas, pues la verdad es que son creaciones altamente inestables.
Es hacia esa producción y separación que autores vinculados al “giro ontológico” en el área de las ciencias sociales se han inclinado, aunque pensando más detenidamente sobre la producción de ciencia y tecnología: al observar el privilegio dado a la agencia humana, mientras ocurre que otros seres humanos no tienen agencia reconocida. Latour y colaboradores (2000, 2013) hacen una crítica al orden binario del mundo, llegando a cuestionar el dualismo entre naturaleza y sociedad. Partiendo de una noción originalmente estipulada por David Bloor desde los Estudios Sociales en Ciencia y Tegnología, se llega a la premisa de simetría generalizada, la cual señala: “(…) la noción de simetría implica, para nosotros, algo más que para Bloor: cumple no solamente tratar en los mismos términos a los vencedores y a los vencidos de la historia de las ciencias, más bien tratar igualmente y en los mismos términos la naturaleza y la sociedad.” (Latour y Woolgar, 1997, 24). De esta extrapolación deriva una transformación ontológica: no hay más primacía de lo social o de lo natural, más bien ambas categorías son vaciadas. En un sentido semejante Descola problematiza esta separación entre naturaleza y cultura en la modernidad, expresando que inclusive desde el punto de vista de la lengua estas son categorías situadas y limitadas “(…) es necesario constatar que los equivalentes terminológicos del par naturaleza y cultura son prácticamente imposibles de encontrar fuera de las lenguas europeas (…)”. (Descola, 2011, 88).
Así, un programa de investigación pos-construccionista sugiere no aceptar la división total forzada por el proyecto Moderno, sino más bien evidenciar los puntos de contactos entre aquellos que se deseaba apartar: Latour parte de la noción de redes sociotécnicas, con el objetivo de tornar visibles las conexiones que hacen tanto objeto “naturales”, como
el hueco en la capa de ozono, como objeto “sociales”, expertos y gobiernos, puedan ser vistos asociados como actores-redes, miembros heterogéneos que atraviesan la separación constitucional entre sociedad y naturaleza. (Fleury, Almeida y Premebida, 2014, 47).
En ese sentido, al adoptar una mirada pos-construccionista, cabría al periodismo ambiental revelar las conexiones y sobreposiciones entre aquello que se dice naturaleza, por un lado, y sociedades, por otro. Esta labor rompería de una vez con coberturas pautadas únicamente por la fauna y flora –no cabría en el jornalismo, en esa perspectiva, hablar sobre la naturaleza. Más que de eso, el postconstruccionismo hace recordar que la propia idea de naturaleza no es natural, sino una construcción forjada por la Modernidad. Teniendo eso en cuenta, grandes reportajes que narran una naturaleza extravagante y virgen no corresponde con lo que se espera del Periodismo Ambiental. Aunque tales pautas sirvan al proyecto Moderno, pues intentan reforzar la separación entre lo que es de dominio de la naturaleza y lo que toca a la humanidad, ellas son defectuosas y vacías: ¿como, por ejemplo, explicar especies exóticas distantes de su bioma de origen? ¿O qué hay de natural en una floresta de eucaliptus en plena pampa? Al silenciar las zonas de asociación entre los dos polos, el periodismo tal vez sólo colabore a que estas se multipliquen.
Así, en una perspectiva pos-contruccionista, el Periodismo Ambiental se configuraría como una práctica marcada por coberturas sistemáticas y complejas, que se independizan de acontecimientos puntuales. Visto que el propio periodismo se funda con la modernidad, se reconoce que demandarle una inserción en el “giro ontológico” tal vez sea una provocación a largo plazo: a pesar de configurarse como desafío, este abordaje del ambiente puede ser útil, llegando a contribuir a la transformación del propio campo. De ese modo, se puede sugerir que tal vez sean los propios valores del oficio que exijan ser revisitados delante del escenario que se coloca. Más que la urgencia y lo real, al decidir por informaciones cualificadas, interconectadas y por la cobertura de procesos largos, el Periodismo Ambiental podría contribuir a la construcción de cuadros de interpretación y discusión de las principales cuestiones ambientales contemporáneas.
Paralelo a esto, al retirar del saber tecnocientífico o monopolio de la racionalidad y de poder de comprensión del mundo (algo que los propios abordajes construccionistas ya hacen), se puede llegar a forjar nuevas áreas de conocimientos, siempre dinámicas, teniendo en cuenta la historicidad de los procesos. Según lo expuesto, el Periodismo Ambiental podría –en alguna medida- ser el precursor de una transformación en la propia comprensión del campo en sí, que pasaría a reconocerse, tal cual como en una red, como un producto y un productor, en posiciones cambiantes. Con eso, aunque no se sugiera una práctica por sí relativista, se ventila la idea de que para el periodismo –tal como para el posconstruccionismo- no está (o no debería estar) en juego la búsqueda de la “Verdad” o lo “Real” únicos y estancados, más sin la posibilidad de que se refleje la pluralidad ontológica.
En este artículo se buscó realizar una revisión teórico-bibliográfica de la idea de
Ambiente, aproximando las distintas concepciones de la práctica periodística. Se considera
que es posible hacer un periodismo que aborde temas ambientales partiendo de diferentes premisas: grosso modo, es viable apuntar los problemas (Realismo), escuchar los múltiples actores (Construccionismo Social), revelar los riesgos tecnocientíficos (Estructuración y Sociedad de Riesgo) y considerar para la inviabilidad de la separación entre procesos ambientales y sociales (Pos-construccionismo).
Cada una de esas perspectivas engendra diferentes “ambientes”, lo que lleva también a diversas soluciones, narrativas y protagonistas. Esto es, se pueden asumir tantos Periodismos Ambientales como fueran las aprehensiones del ambiente: lo que parece estar en cuestión es que se explicite de dónde se parte al abordar esta temática.
A pesar de que no se desea asumir una postura normativa, es posible –y tal vez necesario- ponderar las potencialidades de cada propuesta. Las prácticas comúnmente adoptadas por el periodismo convencional sugieren una fuerte vinculación con la perspectiva realista de las cuestiones ambientales: el “ambiente”, en este contexto, casi sinónimo de “naturaleza”, lo que explica coberturas puntuales sobre cuestiones aisladas –y, aquí, cuestiones son leídas como problemas. Esto justifica el periodismo catatrofista vigente, que se asume a gente de la modernidad al apartar sociedades y naturaleza, destacando los impactos de las primeras sobre la segunda, como si la naturaleza fuese algo dado e inerte o reactivo. Por otro lado, cierto periodismo que se presenta como “contra-hegemónico” sugiere la necesidad de “dar voz” a diversos saberes, buscando las distintas representaciones posibles de un acontecimiento ambiental. Cabe preguntar si estos abordajes son suficientemente adecuados para seguir en cursos o, en otros términos, y si también no se agotaran sus potencialidades de ofrecer cuadros de lecturas diversos sobre el mundo. En ese sentido, y resaltando que la síntesis teórica presentada aquí no son etapas de un pensamiento o programa de investigación, se sugiere que el periodismo –en especial el que se pretende ambiental- perciba y asuma la emergencia de nuevas narrativas, las cuales van más allá de cuestiones concretas y encerradas en sí misma, que también son más que representaciones del mundo: lo que precisa ser encarada, tal vez, es la posibilidad radical de que otros mundos sean posibles.
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Vol 26, N°2
Esta revista fue editada en formato digital y publicada en junio de 2017, por el Fondo Editorial Serbiluz, Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela
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